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El descenso al infierno de los literatos

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Cocaína, hachís, opio o bencedrina han sido algunas de las drogas que han escrito las líneas más brillantes de la literatura universal

En más de una entrevista Stephen King ha reconocido su adicción a la cocaína durante la década de los ochenta del siglo pasado, periodo de tiempo en el cual escribió su aclamado “It” (1986). Es más, en cierta ocasión reconoció que cuando disminuyó su adicción la calidad de su escritura se empobreció enormemente.

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Pero el escritor estadounidense no es el único miembro, ni mucho menos, del club de los literatos adictos. En él podemos encontrar plumas tan notorias como la de sir Arthur Conan Doyle -también consumidor de cocaína- o Jack Kerouac, que escribía bajo los efectos de la bencedrina.

A la poeta británica Elizabeth Barrett su médico le recetó opio y morfina, una prescripción muy en la línea con la que tuvo Ramón María del Valle-Inclán, al que le recomendaron tomar hachís para solucionar sus problemas respiratorios.

El Club des Hachischins

En el distrito 4 de París –en el 17 del Quai d´Anjou- hay una fabulosa mansión que en el siglo XIX albergó al famoso club de los “Hachischins”, un grupo de famosos escritores, artistas y otros bohemios que acudían hasta allí para dejarse envolver en el efecto embriagador del cannabis.

En aquella época la mansión parisina era conocida como Hotel Pidoman y las reuniones tenían lugar en su último piso. Por allí pasaron entre otros muchos Theophile Gautier, Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Honoré de Blazac o Charles Baudelaire.

El cenáculo no estaba al alcance de cualquiera, era necesario recibir una invitación, misiva que iba adornada con arabescos orientales y perfumada en sándalo. La redacción de la tarjeta se realizaba en un lenguaje críptico, que tan solo los iniciados lograban comprender.

Una de las consumiciones estrellas era la conocida como “dawamesk”, una mermelada preparada con hachís, canela, pistacho, azúcar y almizcle. Una confitura que abría a los literatos la puerta de la creatividad.

60.000 palabras en seis días

En 1893 se publicó en la Inglaterra victoriana “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde” (1893), de Robert Louis Stevenson, una novela que rápidamente se convirtió en un verdadero best-seller. Cuando su esposa Fanny se enteró del éxito no pudo por menos que afirmar:

“que un inválido como mi marido haya sido capaz de escribir 60.000 palabras en seis días es increíble”.

Aquella sentencia guardaba un terrible secreto que pudo haber terminado en tragedia: la esposa del escritor quemó el primer bosquejó de la novela tras criticarlo con amigos y familiares y calificarlo de “papeles llenos de sinsentidos”.

Stevenson, un hombre perturbado y tuberculoso, reescribió febrilmente el libro en tan sólo tres días, una historia que contenía 30.000 palabras. Unas semanas después ya estaba listo en imprenta para ser editado y devorado por miles de lectores.

El secreto de esta inaudita actividad literaria se esclareció algún tiempo después, cuando el hijastro del escritor –Samuel- explicó que el libro lo había concebido y escrito bajo los efectos de la cocaína.

Los escritores también han dedicado algunas de sus obras al mundo de las drogas, así Valle-Inclán dedicó “La pipa de kif” (1919) al hachís o el escritor uruguayo Horacio Quiroga –autor de “El hachís”- que advertía a sus incautos lectores de los peligros de las adicciones. El francés Charles Baudelaire en “Los paraísos artificiales” nos legó directamente sus experiencias con el opio y el hachís.

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Gargantilla, Pedro. (2022, 26 abril). El descenso al infierno de los literatos. Cinco Noticias https://www.cinconoticias.com/descenso-infierno-literatos/

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Pedro Gargantilla
Pedro Gargantilla
Médico, escritor y divulgador. Jefe de Medicina Interna del Hospital de El Escorial de Madrid. Profesor de la Universidad Francisco de Vitoria.
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