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La estrella matinal de Joan Miró: cómo ver más allá de lo aparente

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En marzo de 1940 Joan Miró pintó La estrella matinal, una pieza que forma parte de la serie Las Constelaciones. Es un cielo nocturno cuyos astros son los motivos característicos del artista: animales, mujeres y estrellas. Evoca al planeta Venus y recuerda que, desde tiempos inmemoriales, el hombre ha mirado el cielo con imaginación y de manera sistemática para entender su funcionamiento.

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Y el hombre creó las constelaciones…

Las constelaciones son agrupaciones convencionales de estrellas. El ser humano ha trazado líneas imaginarias para unir estos cuerpos celestes que pueden estar a cientos de años luz unos de otros.

Se trata entonces de figuras virtuales cuyo lugar en el cielo es aparentemente invariable. Solo algunas son visibles todo el año y desde cualquier lugar de la Tierra.

Tauro, Orión, Géminis y Can Mayor con Sirius
Tauro, Orión, Géminis y Can Mayor con Sirius. ( Franklin Solís / Youtube).

Las constelaciones han servido para orientar a los antiguos viajeros en sus rutas marinas o como herramienta para calcular el tiempo, con el fin de conocer las épocas de siembra y cosecha, por ejemplo.

La astronomía moderna las usa para establecer puntos de referencia en el cielo. También sirven para identificar estrellas, nebulosas y otros objetos celestes. 

Representación de la constelación de Orión en el libro Uranometria
Representación de la constelación de Orión en el libro Uranometria de Johann Bayer, en 1603. (Johann Bayer, Public domain, via Wikimedia Commons).

Las figuras, nombres y el modo de representación de las constelaciones varían según los pueblos y las épocas en que han sido creadas. Han adquirido formas de objetos, animales y personajes mitológicos.

Esto se observa en las innumerables representaciones de cuerpos celestes que hoy se conocen y que van desde pinturas rupestres hasta fotografías realizadas con telescopios espaciales.

Página 25 del códice Borgia (facsímil).
Página 25 del códice Borgia (facsímil). Las 5 direcciones del ciclo venusiano azteca. (Chaccard, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons).

Pintar los cielos constelados

Entre 1940 y 1941, Joan Miró realizó las 23 pinturas agrupadas en la serie Las Constelaciones, entre las que se cuenta La estrella matinal. Todas miden cerca de 38x46cm. Están realizadas con materiales como guache, pastel y tinta en las hojas de papel blanco que el artista preparaba limpiando sus pinceles con trementina.

Sobre las manchas de colores que quedaban en los papeles, Miró dibujaba figuras humanas, animales, estrellas, la luna y el sol. Estas pinturas evocan cielos nocturnos o mapas celestes y, como el mismo Miró escribió en 1940:

Aunque los formatos son pequeños, dan la impresión de grandes frescos

Joan Miró. Signos y constelaciones enamorados de una mujer. (Cromagnon Art).

En cuanto al título de la serie, al principio Miró la llamaba “Pequeñas pinturas” o simplemente “La serie”. Luego, cuando fueron exhibidas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1945, las reseñas las describían como “Patrones de planetas”, “Lunas crecientes” o “Constelaciones de joyas”. Su título actual Las Constelaciones surgió en algún momento entre 1957 y 1958.

Venus en una constelación

En La estrella matinal de Miró aparece una estrella negra arriba y a la derecha de la pintura. Tal vez es el planeta Venus.

El fondo de la pintura está hecho con  manchas de colores desleídos en azul, rojo, unos toques verdes y otras áreas en tonos pardos muy claros. La estrella negra, con sus cuatro picos, resalta sobre unas manchas amarillas que recuerdan el brillo de los cuerpos celestes y pudieran ser, ¿por qué no?, las Pléyades.

Cuadro La estrella matinal de Joan Miró
La estrella matinal, 1940. Guache y pintura de trementina sobre papel 38x46cm. (Pep Herrero / Cortesía de la Colección de la Fundació Joan Miró, Barcelona).

Sobre ese fondo de colores transparentes que figura el espacio infinito Miró trazó finas líneas negras que se entrelazan sinuosas para sugerir formas ambiguas: el rostro de una mujer es a la vez varios rostros y un poco más allá se vuelve lo que pudiera ser un pájaro.

También se ve lo que quizás sea la cabeza de un monstruo marino, cuya lengua termina en punta de flecha y una araña que al mismo tiempo es una mariquita o una estrella despeinada.

La estrella matinal no es una pintura descriptiva, más bien evoca el cielo y los astros, figuras humanas y animales: una constelación. Según el propio Miró, para hacer estas pinturas se basó en el reflejo del agua.

Además, trabajaba según el método del automatismo surrealista, sin una idea preconcebida. Dejándose llevar por las manchas de colores sobre el papel, trazaba líneas que lo llevaban de una forma a otra, pero siempre de manera consciente, para lograr el balance de la composición.

Sobre los métodos convencionales de la pintura, Miró dijo que su intención era: «matarlos, asesinarlos o violarlos», y así lograr un estilo propio, contemporáneo, que no se relacionara con ninguna tendencia conocida.

Su obra ha sido vinculada con las formas espontáneas de los dibujos infantiles, las tradiciones culturales de Cataluña, su tierra natal, y las imágenes de ensueño.

Joan Miró. (Corvo Devaneio).

Un itinerario marcado por la guerra

La estrella matinal fue pintada el 16 de marzo de 1940. Miró realizó la serie completa de Las Constelaciones entre 1940 y 1941.

Entre esos años vivió, primero, en la Normandía francesa para escapar de la invasión de París por las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.

Luego, estuvo viviendo entre la isla de Mallorca y Mont-roig, para alejarse de la dictadura militar impuesta con la pérdida de la república en la Guerra Civil Española.

Hitler (centro) posando frente la Torre Eiffel
Hitler (centro) posando frente la Torre Eiffel, en París, el 23 de junio de 1940. (National Archives at College Park, Public domain, via Wikimedia Commons).

Joan Punyet, nieto de Miró, dijo en una entrevista para el canal de televisión TV3, que estas pequeñas pinturas eran…

… una escapada al sublime. Son una ida hacia la energía. Hacia el universo (…) una puerta para irse de una guerra circunstancial, de un genocidio, de una brutalidad, de una tontería.

Comparó a su abuelo con un pájaro nocturno que huyó al cielo y capturó a los astros para dibujarlos sobre papel.

«El Generalísimo» (1937). Póster republicano de la Guerra Civil Española. Francisco Franco aparece como una representación de la muerte y ataviado con una esvástica en el pecho para destacar su colaboración con la Alemania nazi. (Public domain, via Wikimedia Commons).

Ciencia y arte convergen en el planeta Venus

Después del Sol y la Luna, Venus es el astro más visible en el cielo. Se le llama “Lucero de la mañana” pues se puede ver desde la Tierra antes del amanecer. También se conoce como “Lucero del atardecer” cuando se observa pocas horas antes de la noche.

Además, debido a su gran luminosidad,y a que es el planeta que pasa más cerca de la Tierra, está presente en el cielo a lo largo del día.

El Lucero del alba y la luna
El Lucero del alba y la luna. Tríptico del encuentro de diosas. (Public domain, via Wikimedia Commons).

El planeta Venus es conocido desde la prehistoria. Uno de los testimonios más antiguos que se conservan es la Tablilla de Venus de Ammisaduqa.

Esta tablilla fue encontrada en la biblioteca del rey asirio Asurbanipal, del 1600 a.C., en Nínive, actualmente Mosul, Irak. Otras antiguas culturas, como la china, la griega o la maya, también han dejado sus testimonios de este planeta.

Tablilla de Venus de Ammisaduqa
Tablilla de Venus de Ammisaduqa. Periodo neoasirio. (British Museum, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons).

En 1610, Galileo Galilei, llamado el “padre de la astronomía moderna”, observó por primera vez las fases de Venus. Asimismo, registró los diferentes diámetros que el planeta presentaba en sus distintas fases y, con ello, daba a entender que su distancia de la Tierra variaba, reforzando así la teoría heliocéntrica de Copérnico, según la cual la Tierra y los planetas giran en torno al Sol.

Las fases de Venus vistas por Galileo
Las fases de Venus vistas por Galileo, 1666. En la imagen se ven las fases de Venus dibujadas en su obra “Il Saggiatore” (El Ensayador). Roma, 1623. Biblioteca Nazionale Centrale, Firenze. (Galileo Galilei, Public domain, via Wikimedia Commons).

A partir del siglo XX se ha explorado Venus con distintos programas espaciales desarrollados por USA, Europa, Japón y Rusia. Las sondas espaciales han estudiado la atmósfera del planeta, lo han registrado en imágenes y han medido su superficie para conocer las características de su geología.

Vista global del hemisferio sur de Venus
Vista global del hemisferio sur de Venus. Un mosaico de imágenes obtenidas por el espectrómetro de imágenes térmicas infrarrojas y visibles (VIRTIS) a bordo de la sonda Venus Express de la ESA, el 16 de mayo de 2006. (© ESA/VIRTIS-VenusX IASF-INAF, Observatoire de Paris – R.Hueso, Univ. Bilbao)

La ciencia estudia así el origen, evolución y estructura de los planetas y otros cuerpos que conforman el Sistema Solar. Con ello pretende conocer mejor la Tierra y, aún más, el origen de la vida.

La tecnología ha hecho posible estas búsquedas creando instrumentos que son una prolongación de las capacidades de percepción humanas. Se busca ver lo que no le es posible al ojo desnudo.

Es aquí donde se cruzan el camino de Miró y el de la ciencia: Ir más allá de lo aparente. Pero Miró tiene su propio destino: La estrella matinal no intenta explicar nada, no es el funcionamiento del universo lo que muestra. Más bien el artista se aleja de la realidad inmediata para develar su universo personal. Miró dijo una vez que se abrumaba cuando veía un cielo enorme, la luna creciente o el sol.

Los cielos nocturnos de Miró

A propósito de Las Constelaciones, Joan Miró escribió:

…sentía un profundo deseo de huir. Me cerré deliberadamente en mí mismo. La noche, la música y las estrellas comenzaron a tener un papel decisivo en mi pintura.

Retrato de Joan Miró
Retrato de Joan Miró. Barcelona, 1935. (Carl Van Vechten, Public domain, via Wikimedia Commons).

De sus vínculos con el movimiento surrealista francés, dijo que le interesaba la idea de sobrepasar el objeto pintado. Pensaba que, como la poesía, el cuadro debía fecundar la imaginación, provocar el nacimiento del mundo.

José Ignacio Herrera es diplomado en artes plásticas de L´École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs, en París. Se ha desempeñado en la gerencia cultural a cargo de los programas educativos y la dirección de instituciones como el Museo de Bellas Artes de Caracas, el Museo Alejandro Otero, el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez y el Museo de Ciencias de Caracas. También ha sido curador de exposiciones con temas de arte y ciencia para la Fundación Telefónica-Venezuela. Actualmente trabaja para las ediciones de la Fundación Celarg, con temas de divulgación de cultura latinoamericana, y es profesor de francés en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela.

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