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Limitar los derechos de las mascotas frena la economía y destapa muchas vergüenzas

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Aunque la moda dog friendly se extiende por todas partes, en España las mascotas todavía son seres de segunda. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué tiene que pasar para que las mascotas puedan entrar en todos lados?

La cantidad de sitios en los que se puede llevar a un perro como acompañante ha ido en aumento en gran parte del mundo.

Y no se trata solo de parques o espacios abiertos en los que las mascotas son habituales. Hablamos de restaurantes, tiendas y hasta museos donde los fieles compañeros peludos son bienvenidos y atendidos como parte del grupo.

El panorama está cambiando, y la creciente oferta de negocios dog friendly en las grandes capitales atestigua el cambio.

Las cosas de palacio necesitan un empujoncito…

España se ha sumado a esa corriente y cada vez son más los locales que permiten la entrada a animales o los restaurantes que tienen un menú especial para perros. Pero aún queda mucho camino por recorrer para que los dueños de perros no se sientan marginados y puedan hacer todas las actividades del día acompañados de su mascota.

Nos dan a entender que el único requisito para que las mascotas sean admitidas en este tipo de establecimientos es que sepan comportarse, sin embargo, la realidad es bien distinta.

Si esta fuera el único problema, es posible que debieran prohibir la entrada a ciertos adultos con niños, y no a los perros, ya que, objetivamente, los primeros ensucian y molestan más. Solo hay que entrar en un bar y preguntar a cualquier cliente si prefiere en la mesa de al lado a dos niños o a dos perros.

Ahora traslademos la situación a un vuelo Madrid – Tenerife de casi 3 horas. No hay duda de que, incluso las personas que tienen hijos, preferirían tener como compañero de trayecto a un perro, y que fuesen los niños los que viajaran en bodega.

El verdadero origen del problema

Los negocios ganan más dinero permitiendo el acceso a personas con mascotas, ya que así aumentan su número de clientes potenciales. La consecuencia es que el Estado también recibiría más dinero en forma de impuesto de sociedades y de IRPF.

No cabe duda de que los dueños de mascotas consumirían mucho más si pudieran acceder a las tiendas y restaurantes con ellas, y de que se producirían menos abandonos si los perros y gatos no tuvieran que pasar horas solos en casa por no ser bienvenidos en los establecimientos.

Según un informe de la Fundación Affinity, España tiene el mérito de ser el país con mayor índice de abandonos de la Unión Europea, y ese galardón supone unos gastos anuales de dinero público que bien podrían destinarse a otros fines.

No hay que olvidar que el abandono es uno de los tipos de maltrato animal más crueles que existen. Todas las mascotas darían su vida por el amor de sus dueños, y una acción así destruye su existencia por completo.

Entonces, si el comportamiento de los animales no es un problema, y si la caja de los locales y la recaudación de Hacienda tampoco, ¿por qué no vemos mascotas en todos los establecimientos del país?

Dos son los obstáculos que impiden esta realidad. El primero es fácil de salvar, pero el segundo requerirá de un proceso que, si no empieza ya, tendremos que dar muchas explicaciones.

Lo que queda por hacer

El primer obstáculo es la falta de leyes. La mayoría de propietarios no quiere tener problemas con Sanidad y, ante la falta de información, no se arriesgan a permitir el acceso a lo que creen que son focos de infecciones andantes.

La única verdad es que hay más bacterias en el fregadero de cualquier restaurante que en una manada de perros callejeros, pero facilitaría mucho las cosas que existiese una ley que regulase los aspectos de salubridad y que dé garantía tanto a los empresarios como a los clientes con mascotas.

La adaptación de los locales sería casi inmediata y no requeriría inversión de capital.

Nuestros vecinos portugueses acaban de aprobar una ley que permite a los perros entrar en todos los restaurantes de la nación, adelantando, una vez más, a España en derechos civiles y en sentido común.

El segundo obstáculo surge de la vetusta moral conservadora y poco humana de la gente a la que se aleccionó desde la infancia para diferenciarse socialmente de los demás.

Gente que no quiere compartir su espacio con animales por considerarlos seres inferiores e indignas. Gente que hoy sigue normalizando la brutal tortura que sufren las diferentes especies para acabar en el plato de unos, en la ropa de otros, y en las plazas de algunos pueblos como un recuerdo grotesco del grado de psicopatía que aún anida en el hombre.

Dentro de pocos años, los que hoy no quieren que un adorable perro respire su mismo aire se sentirán tan miserables como se sienten actualmente los dirigentes inmortalizados en documentales de mediados de siglo justificando por qué las personas negras no debían ir a la escuela con las blancas, o los doctores de esa misma época que hablan solemnemente a cámara asegurando que la homosexualidad es una enfermedad mental y que la única cura es freír el cerebro con descargas eléctricas.

Una nueva demostración de que el hombre no aprende de sus errores, cuando, además, en las vergüenzas de aquellos tiempos están las soluciones de los que corren.

A la ignorancia solo puede ganarle la educación, y para esa labor ya estamos llegando tarde. Demos poder a las ONG y protectoras de animales en esta tarea.

Un merecido reconocimiento

Que sea un partido político consciente el que termine provocando el cambio que necesitamos en las leyes y en la estructura educativa, no debe quitarle mérito a los cientos de negocios que han apostado desde el primer momento por un modelo de convivencia con los animales.

Afortunadamente, ya existen opciones en casi todas las localidades para los que quieren llevar a sus mascotas con ellos a todas partes, y estos empresarios y autónomos que han dado un paso importante hacia la igualdad animal merecer ser aplaudidos.

Gracias al Camping Castell Mar en Girona; al restaurante Claxon en Palma de Mallorca; a la cervecería El Secreto del Soto, a La Verónica, al Wanda Café Optimista, a La Cocina de San Antón y a El Perro y la Galleta en Madrid; al Snack Attack, a La Bicicleta, y a La Malaquita en Valencia; a Entredogs, a The Pie Shoppe, al bar El Velódromo, a Sopa y a Bacanal Café en Barcelona.

Gracias a todos ellos, a todos los establecimientos dog friendly que existen y a todos los que alguna vez hayan sacado un cuenco con agua para saciar la sed del perro de algún cliente. Sean cuales sean los motivos de vuestra decisión, el mundo es un lugar mejor gracias a ella.

Referencias:

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Álvarez, José María. (2021, 11 junio). Limitar los derechos de las mascotas frena la economía y destapa muchas vergüenzas. Cinco Noticias https://www.cinconoticias.com/limitar-los-derechos-de-mascotas-frena-la-economia/

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