Al pensar en remodelar un ambiente, inmediatamente comenzamos a imaginar esa atmósfera que queremos lograr: cuáles serían los tonos acordes, las texturas adecuadas, diseño clásico o moderno, y por supuesto la calidad y durabilidad de los materiales ya que se trata de una inversión a largo plazo.
No todo el mundo está al tanto de que se pueden encontrar diversas opciones en cuanto a los tipos de baldosas disponibles en el mercado, ya que lo tradicional hasta hace relativamente poco tiempo era pensar en cerámica. Pero ahora existe una nueva alternativa que está tomando protagonismo a nivel mundial que ofrece múltiples ventajas y beneficios: las baldosas porcelánicas.
El especialista en suelos porcelánicos Cosentino nos explica las diferencias entre este demandado material y la cerámica de toda la vida, así como el mantenimiento que conlleva y la gran versatilidad que ofrece:
Diferencias y beneficios del porcelanato
La diferencia entre la cerámica tradicional y las baldosas porcelánicas radica en los materiales utilizados y en el proceso de fabricación. Aunque ambas están elaboradas con arcilla, en el caso del porcelanato se agregan otros materiales que le dan especial resistencia, tal y como el sílice y el cuarzo.
El sílice y el cuarzo eran conocidos por las antiguas civilizaciones, quienes utilizaban estos elementos en la construcción de sus monumentos para que pudieran transcender en el tiempo, ya que son de gran durabilidad y además ofrecen un acabado de belleza sin igual.
Otro aspecto importante es que las baldosas porcelánicas se cuecen a temperaturas altísimas, las cuales alcanzan los 1.400ºC, lo que le otorga un brillo especial y elimina totalmente la porosidad, término este último que se traduce como la capacidad de un cuerpo para absorber la humedad.
Por tal motivo, los suelos porcelánicos son totalmente impermeables y no se deterioran con el agua o la humedad, convirtiéndose en una opción altamente recomendable para el revestimiento de las superficies exteriores y las zonas de clima húmedo.
Así mismo, el proceso y los materiales empleados garantizan la resistencia a la radiación solar y a los cambios de temperatura y, adicionalmente, hacen de este tipo de suelo el revestimiento perfecto para las áreas de alto tránsito. Los suelos porcelánicos también repelen la grasa, y con un mínimo mantenimiento siempre lucen brillantes y como nuevos.
El cuidado de los suelos porcelánicos
El mantenimiento de este tipo de superficies es muy sencillo: basta con pasar un trapo húmedo o la aspiradora y, en caso de barrer, utilizar un cepillo suave, nunca una escoba. Si se va a limpiar un poco más a fondo se debe utilizar un jabón de PH neutro apropiadamente disuelto en agua y luego enjuagar.
Por otra parte, no se debe aplicar cera porque se crearía una capa pegajosa, ni productos que contengan amoníaco ya que afectarían al brillo de la baldosa. Y en caso de encontrar alguna mancha, se puede remover fácilmente con un poco de vinagre –preferiblemente de manzana– diluido en agua.
Todos los ambientes, todos los gustos, todas las opciones
La gran versatilidad que se puede encontrar en los suelos porcelánicos es impresionante, por tal razón es posible imaginar y llevar a la práctica cualquier idea que se tenga acerca del ambiente que se desea crear.
Existen baldosas de todos los tamaños, formatos y colores, en estilo clásico y moderno. Con apariencia de mármol, piedra e incluso cemento, simulando madera en varias tonalidades de marrones y grises, o con rayas de colores y figuras geométricas.
Por otra parte, hay varios tipos de suelos porcelánicos: esmaltados de alto brillo que parecen vitrificados, naturales o mate, si se pretende un entorno más neutro, y satinado o con apariencia de seda que proporciona ambientes cálidos y acogedores. Así, debido tanto a todas las ventajas y alternativas que proporcionan las baldosas porcelánicas, como a su destacada belleza, se están convirtiendo en el material más utilizado a la hora de afrontar remodelaciones y recubrimiento de superficies, desplazando a la cerámica tradicional.