En un mundo cada vez más marcado por la escasez hídrica, el agua se ha convertido en un recurso estratégico utilizado como herramienta de poder y control. Según el informe «La brecha de financiación del agua 2024» de Acción contra el Hambre (ACH), el 45% de la población mundial carece de acceso al agua y saneamiento, lo que la convierte en un arma de guerra en manos de los poderosos.

45% de la población mundial carece de acceso al agua y saneamiento.

El documento revela que, a nivel global, solo se cubrió el 36% de las necesidades de financiación relacionadas con programas de agua y saneamiento en 2023, a pesar del aumento de la demanda. Esta carencia afecta directamente a 3.600 millones de personas en todo el mundo, quienes carecen de saneamiento adecuado y son vulnerables a enfermedades transmitidas por el agua, lo que los vuelve más propensos a la desnutrición.

La situación es particularmente crítica en zonas de conflicto, donde el control del suministro de agua se utiliza como una herramienta de opresión y sometimiento. En Gaza, por ejemplo, la población sufre la fase más grave de inseguridad alimentaria, agravada por la falta de acceso a agua potable y servicios básicos de saneamiento.

Olivier Longué, director general de ACH, advierte que:

«para más de dos mil millones de personas, la falta de acceso a agua potable segura no es solo un problema en el Día Mundial del Agua, sino todos los días».

Esta realidad se repite en diversas regiones del planeta, donde la escasez de agua no se debe únicamente a factores naturales, sino también a la manipulación y control de los recursos hídricos.

El responsable de Agua y Saneamiento en ACH, Pablo Alcalde, explica cómo «la paz verdadera va más allá de la ausencia de conflictos armados». Garantizar un acceso equitativo e inclusivo al agua y saneamiento no solo ayuda a prevenir conflictos, sino que también promueve la paz, ya que el agua es salud, desarrollo socioeconómico y estabilidad.

Alcalde cita ejemplos como la situación en Gaza, donde el riesgo de un desastre de salud pública:

«no se debe a la escasez de agua, sino a cómo se controla el acceso a agua para crear una crisis artificial».

En lugares como Siria y el Líbano, la aparición repentina del cólera se debe a una combinación de factores, principalmente el conflicto y el cambio climático, afectando principalmente a las poblaciones que viven en condiciones insalubres, como campos de refugiados y zonas rurales.

Según la ONG, en 2023 se registró un nuevo caso de cólera cada 45 segundos, y se espera que este año la cifra de casos aumente en todo el mundo.

«El mayor riesgo de estas epidemias radica en la falta de saneamiento e higiene, más que en la ingestión de agua contaminada», argumenta Alcalde.

En términos de adaptación al cambio climático y resiliencia, ACH ha implementado medidas de conservación del agua en lugares como Filipinas y Sahel para evitar su pérdida por escorrentía, permitiendo que se infiltre en el suelo y recargue los acuíferos subterráneos.

Desde la perspectiva de la paz y la estabilidad, la ONG considera «crucial» comprender y facilitar una buena gobernanza del recurso hídrico a nivel comunitario. En Hebrón, Cisjordania, colabora con la Autoridad Palestina del Agua para garantizar el acceso al agua en la región. En el Líbano, trabaja con operadores públicos para mejorar la calidad del servicio del agua, fortaleciendo instituciones que promueven la estabilidad y la calidad del servicio.

«Nuestros proyectos consideran el agua como un símbolo de entendimiento cuando se valora como un bien común», comenta Pablo Alcalde.

«Es fundamental en la cultura de las comunidades y no se puede entender simplemente como un recurso, sino como nuestra propia existencia».