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Los 5 problemas más comunes en las calderas y cómo prevenirlos en casa

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Una caldera que falla rara vez lo hace de un día para otro. Antes suelen aparecer pequeños avisos que se normalizan sin querer: un radiador que calienta a medias, un ruido metálico al arrancar, una presión que obliga a mirar el manómetro más veces de la cuenta.

Cuando se suman esas señales, el resultado acostumbra a ser el mismo: la pantalla marca error justo cuando más frío hace.

Según datos de Eurostat citados por la Comisión Europea, en los hogares de la Unión Europea la calefacción de espacios y el agua caliente sanitaria concentran alrededor del 77,6 % de la energía final que se consume en vivienda, lo que convierte a las calderas y sistemas térmicos en el auténtico corazón energético de la casa.

Cuando ese corazón se detiene, el impacto no se limita a un día incómodo; se nota en la factura, en la comodidad diaria y, en determinados escenarios, en la seguridad.

En ese contexto, fabricantes, instaladores y redes de asistencia forman una cadena que no termina en la venta.

Algunos, como Baxi, agrupan la postventa en recursos específicos para la atención al usuario, como su propio servicio técnico Baxi, que actúa como puerta de entrada cuando la avería ya ha dejado de ser una sospecha.

Antes de llegar a ese punto, conocer los problemas que más se repiten y qué margen real de prevención existe en casa ayuda a que la caldera siga trabajando en segundo plano, que es donde mejor funciona.

1. Presión inestable: cuando el manómetro no se queda quieto

Uno de los síntomas más frecuentes en calderas domésticas es una presión que nunca parece mantenerse donde debe.

En frío, el manómetro baja por debajo del rango recomendado y la calefacción deja de funcionar o no llega ni a encender; en caliente, la aguja sube demasiado y el propio equipo corta por seguridad para evitar daños.

En muchos modelos, la presión de trabajo a temperatura ambiente se sitúa aproximadamente entre 1 y 1,5 bar, aunque el valor exacto siempre figura en el manual de la caldera.

Cuando la presión cae de forma recurrente, detrás pueden estar pequeñas fugas en la instalación, purgados continuos de radiadores sin rellenar circuito o un vaso de expansión que ya no compensa bien las variaciones de volumen del agua.

La prevención empieza por no usar la llave de llenado como “atajo” cada vez que se mira el reloj de presión: interesa observar si la caída se repite en pocos días, si coincide con la puesta en marcha de la calefacción o con purgados frecuentes y, a partir de ahí, solicitar una revisión antes de que esa presión errática sea la antesala de una avería más costosa.

2. Radiadores tibios, aire en el circuito y suciedad

Otro problema clásico de invierno es el de radiadores que se calientan solo en la parte superior, o que nunca llegan a una temperatura uniforme aunque la caldera parezca trabajar con normalidad.

Una de las causas habituales es la presencia de aire en los circuitos de calefacción, que ocupa espacio dentro de los cuerpos emisores y actúa como tapón, impidiendo que el agua caliente circule correctamente.

En viviendas con purgadores manuales, una medida preventiva razonable consiste en purgar los radiadores al inicio de la temporada fría: abrir ligeramente la válvula, dejar salir el aire hasta que el chorro de agua sea continuo, cerrar de nuevo y revisar después la presión en la caldera.

Si, aun con purgados periódicos y presión correcta, los radiadores siguen comportándose igual, es probable que haga falta una limpieza en profundidad o la incorporación de elementos de filtrado y desfangado, ya en el terreno del mantenimiento profesional.

3. Ruidos nuevos y apagados que se repiten

Golpeteos en las tuberías, silbidos, vibraciones que antes no estaban o un zumbido distinto al habitual al arrancar son otra forma de aviso.

En algunos casos se trata de pequeños fenómenos de ebullición localizada por acumulación de cal o suciedad en el intercambiador, que generan un ruido parecido al de una tetera; en otros, las protagonistas son bombas de circulación, ventiladores o piezas móviles que empiezan a mostrar desgaste o desajustes.

Rearmar una y otra vez sin entender el motivo no resuelve el problema y, en ocasiones, lo agrava.

La parte que sí puede hacerse desde casa consiste en observar el patrón con calma, anotar si los ruidos aparecen al encender, al parar, al cambiar de modo o cuando se combinan calefacción y agua caliente, y trasladar esa información al personal técnico para que la intervención sea más rápida y mejor orientada.

4. Agua caliente irregular y caudales que no acompañan

El comportamiento del agua caliente sanitaria concentra buena parte de las quejas del día a día: duchas que empiezan a buena temperatura y se enfrían de golpe, agua que tarda demasiado en llegar al grifo o caudales que se desploman en cuanto se usan dos puntos a la vez.

En algunas viviendas, el origen está en un dimensionamiento muy justo de la caldera respecto al número de baños o al uso simultáneo previsto; en otras, el problema se encuentra unos metros más cerca, en filtros de grifos y cabezales de ducha cargados de cal o suciedad.

Limpiar de forma periódica los filtros, revisar que no haya estrangulamientos en flexos o piezas de conexión y estar atento a cambios de rendimiento después de obras o reformas son medidas sencillas que evitan un deterioro silencioso del sistema.

Si la irregularidad aparece de forma brusca y generalizada, sin cambios aparentes en la instalación o en los hábitos de uso, conviene descartar problemas en sensores, intercambiadores o válvulas internas, algo que requiere instrumental y conocimientos específicos.

5. Seguridad: olores, humos y monóxido de carbono

El apartado más delicado es el que afecta a la seguridad. Olor extraño en una caldera de gas, marcas de hollín en la salida de humos, llamas con color inusual o síntomas físicos como dolor de cabeza y mareos en espacios donde la calefacción está encendida son señales que no deben relativizarse.

El monóxido de carbono, gas incoloro e inodoro, se genera en combustiones incompletas y resulta especialmente peligroso en interiores mal ventilados.

Como prevención, resulta clave respetar las rejillas de ventilación, no tapar ni modificar salidas de humos, evitar cambios caseros en chimeneas y, cuando la normativa lo contempla, instalar detectores homologados de monóxido de carbono en ubicaciones adecuadas.

Una caldera moderna, bien instalada y bien mantenida, ofrece niveles de seguridad altos, pero esa promesa depende de no forzar usos para los que no está pensada y de no retrasar las revisiones obligatorias.

Finalmente, cuando una caldera funciona bien, apenas se piensa en ella. El objetivo de cuidar presión, ruidos, radiadores, agua caliente y seguridad no es convertir a nadie en especialista, sino lograr que el sistema térmico de la vivienda siga ocupando el lugar que le corresponde: discreto, fiable y en segundo plano, sin reclamar protagonismo en el día a día de la casa.

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