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Entre pantallas y expedientes: por qué el papel sigue siendo imprescindible en la era digital

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Desde hace medio siglo se repite la misma promesa: oficinas sin papeles, hogares sin archivadores, bolsos sin sobres doblados. La idea de un mundo completamente digital parecía inevitable, casi inminente.

Sin embargo, la realidad va por otro lado. Instituciones públicas todavía piden copias impresas para trámites.

Bancos y aseguradoras siguen entregando contratos en papel. Y en el terreno educativo, muchos profesores reconocen que sus estudiantes leen con más calma y comprensión cuando abren un libro físico en lugar de deslizar el dedo por una pantalla.

Un artículo publicado en Scientific American explicaba que los dispositivos digitales dificultan la navegación en textos largos y que esa limitación puede afectar de manera sutil la comprensión lectora.

La lectura en papel, en cambio, ofrece una experiencia más lineal y estable, que facilita recordar mejor lo leído y concentrarse sin tantas interrupciones.

El papel, en cambio, obliga a una pausa diferente: hay que subrayar, doblar esquinas, anotar en los márgenes. Gestos que parecen mínimos, pero que marcan la diferencia.

Y pese a vivir rodeados de archivos digitales y servicios en la nube, la necesidad de lo tangible sigue apareciendo en momentos clave: presentar un contrato, entregar un trabajo escolar o firmar un documento legal.

No sorprende entonces que existan dispositivos pensados para cubrir esas situaciones sobre la marcha, como la impresora portátil, que funciona como un puente rápido entre la pantalla y el papel cuando el contexto lo exige.

La promesa incumplida del “todo digital”

A finales de los setenta, la expresión “oficina sin papeles” se convirtió en un eslogan recurrente. Sin embargo, el paso de los años dejó claro que esa meta no era tan sencilla.

El problema no es solo cultural, también legal. Existen documentos que, por normativa, tienen que estar en papel: escrituras, títulos, contratos o resoluciones oficiales. Aunque haya escáneres de última generación, la firma física sigue pesando más que la digital en muchos ámbitos.

La memoria se imprime mejor en papel

Quienes investigan el comportamiento de los lectores hablan de la llamada “memoria espacial”. Es más fácil recordar que un dato estaba en la esquina superior de una hoja que en la décima línea de un PDF.

Además, leer en papel genera un tipo de concentración distinta. La pantalla invita al multitasking, a abrir pestañas y recibir notificaciones.

En cambio, una página no compite con nada más: solo está ahí, inmóvil, esperando. Esa calma, dicen los expertos en educación, ayuda a retener mejor lo que se estudia.

Educación híbrida: lo mejor de ambos mundos

En las aulas se vive una especie de pulso entre tabletas y cuadernos. Los recursos digitales son fantásticos para mostrar videos, gráficos interactivos o ejercicios inmediatos.

Pero cuando llega el momento de repasar teoría, muchos docentes prefieren entregar copias impresas.

La razón no es nostalgia, es eficacia. Se ha visto que los estudiantes interiorizan mejor cuando pueden rayar, tachar o escribir a mano.

De ahí que conviva lo digital con lo físico, a veces gracias a soluciones prácticas y eficientes que permiten alternar sin fricciones.

Archivar también es una forma de cuidar

Más allá de la educación o la burocracia, está la seguridad. Un archivo en papel no depende de servidores, contraseñas ni actualizaciones.

Puede perderse en un incendio, sí, pero no se “corrompe” por un fallo de software. Y aunque muchas veces se piensa que el papel es enemigo del medio ambiente, el panorama no es tan simple.

La industria del reciclaje ha crecido, y el papel recuperado se reutiliza a gran escala. Mientras tanto, los dispositivos electrónicos cargan con otro tipo de huella: la extracción de minerales, el consumo eléctrico y la basura tecnológica.

Finalmente, el papel no ha desaparecido porque cumple funciones que lo digital no logra reemplazar del todo.

No se trata de nostalgia ni de resistencia al cambio, sino de una cuestión práctica: a veces lo tangible sigue siendo más fiable, más comprensible y hasta más humano.

Quizás el futuro no esté en eliminar el papel, sino en aprender a usarlo mejor. Menos montañas de copias inútiles, más hojas significativas.

Porque, al final, lo que importa no es cuántas gigas se almacenan en la nube, sino cómo se recuerda, se comparte y se conserva lo que vale la pena.

Metatítulo: El papel frente a la era digital
Metadescripción: El papel sigue siendo esencial: concentra, fija la memoria y ofrece seguridad en medio de un mundo cada vez más digital.

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