Los valores son normas de comportamiento que se ajustan a lo que el individuo considera correcto, en atención a las enseñanzas recibidas desde el hogar y la escuela. Cabe destacar que, los niños aprenden la mayoría de las veces a partir de la imitación de las creencias, actitudes e intenciones de sus padres y maestros.
Los valores permiten la comprensión del ser humano, dándole la posibilidad de exteriorizar un buen proceder, acorde a un alto nivel de consciencia. Ello con el propósito de alcanzar una mayor evolución del individuo y, por consiguiente de la sociedad.
En efecto, los valores no son el resultado de una comprensión y, mucho menos de una información neutral, ni tampoco de actitudes conducidas sin significación propia para el individuo; son algo más complicado, pues se expresan a través de una progresión de conductas, comportamientos y habilidades sociales.
Los valores más importantes del ser humano son: honestidad, respeto, solidaridad, integridad, responsabilidad, asertividad, austeridad, autoexigencia, cercanía, compromiso, confianza, determinación, resiliencia, entusiasmo, esfuerzo, excelencia, iniciativa, prudencia, sensatez, creatividad y superación, entre otros.
Ahora bien, las diferencias particulares de cada individuo en su escala de valores, vienen provocadas por una combinación personal de dotaciones biológicas, experiencias sociales y la exposición a las normas culturales que la sociedad considera como respetadas.
Estas particularidades, han generado hoy en día, una crisis de valores que exige a la sociedad y sobre todo, a su núcleo esencial (la familia) reivindicar la importancia de educar en valores, pues deben recuperarse los valores humanos en todas las etapas de vida del individuo y más en esta época, donde se han dejado atrás.
Sobre la actual crisis de valores, se cree que ha existido un cambio de valores en las sociedades occidentales y un desgaste de los mismos. Tan es así que, la propia Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) considera que “la sociedad actual se encuentra inmersa en una profunda crisis de valores, preocupándose únicamente por la economía”.
Esta crisis, en gran parte ha sido generada como consecuencia de la inconsciencia, aunada a los adelantos tecnológicos con sus ventajas y desventajas en detrimento del contacto personal.
Lo anterior ha sido fortalecido además, por los constantes cambios impulsados por los nuevos estereotipos y etiquetas sociales que reflejan anti-valores, los cuales se enaltecen en medios digitales y audiovisuales.
Entonces, se considera que tanto las instituciones educativas como la familia deben centrarse más en fomentar y promover las dimensiones morales y éticas del individuo con mayor arraigo, desde la infancia.
Sin lugar a dudas, esta crisis de valores se manifiesta más en aspectos éticos que académicos, prevaleciendo en nuestros días anti-valores como la riqueza, el orgullo, el odio, el egoísmo, la vanidad y la hipocresía.
En definitiva, se trata de alcanzar nuevos comportamientos que contribuyan a la formación de un individuo consciente, como resultado de aprendizajes en lo racional y en lo emocional. Dicho esto, la formación en valores se refleja como un componente esencial para el progreso individual y social.
Es tarea de todos considerar los valores como una asignatura pendiente y obligatoria en todas las etapas de enseñanza, pues sólo se puede educar en valores a través del ejemplo; reflexionando sobre el significado de las actitudes asumidas primero desde el hogar y luego desde la escuela.
Visto lo anterior, resulta irremediable que en esta etapa de globalización de la sociedad, exista una crisis de valores por la preponderancia de las maquinas ante los hombres. Sin embargo, la humanidad está impostergable e inexorablemente obligada a fomentar, promover, cultivar, crear y reconstruir los valores humanos, en todos los sentidos; pues de ello depende su futuro.
“Aquel que desee convertirse en maestro del hombre, debe empezar por enseñarse así mismo antes de enseñar a los demás; y debe enseñar primero con el ejemplo antes de que lo haga verbalmente. Pues aquel que se enseña a sí mismo y rectifica sus propios procedimientos, merece más respeto y estimación que el que enseña y corrige a otros, eximiéndose…” Khalil Gibran