El 2 de noviembre de 2024, el O2 Arena de Londres acogió la final del Mundial de League of Legends, con 14.700 aficionados llenando el recinto.
El evento registró un pico de 6,94 millones de espectadores en línea —sin incluir la audiencia china—, marcando un récord histórico para la competición.
Este fenómeno no es un caso aislado. En agosto del mismo año, la final del Valorant Champions Tour en Seúl alcanzó un pico de 9,13 millones de espectadores, con un total de 44,38 millones de visualizaciones únicas, según datos oficiales de Riot Games.
La mayoría procedía de China, lo que da pistas claras sobre hacia dónde se está inclinando la balanza del espectáculo digital global.
Mientras los eSports llenan estadios y refuerzan sus vínculos con el entretenimiento en directo, otros sectores del ocio digital observan el fenómeno con interés.
No es casual que incluso marcas del entorno en línea, como Betfair —una plataforma que ofrece juegos de casino online—, sigan de cerca estas dinámicas.
El modelo de los eSports, basado en la gamificación, la narrativa competitiva y la construcción de comunidades fieles, está sirviendo de referencia incluso para servicios que operan en formatos completamente distintos, pero que comparten el reto de mantener a sus usuarios comprometidos y activos.
De la pantalla al escenario: El salto físico de los eSports
Durante años, los eSports se vivieron exclusivamente a través de una pantalla. El teclado, el ratón y el streaming fueron suficientes para construir audiencias millonarias. Pero algo cambió: los fans querían más. Querían estar ahí. Sentirlo en directo. Vivirlo con otros.
Eventos como el Intel Extreme Masters en Katowice se convirtieron en una especie de templo anual.
En 2024, más de 65.000 personas se desplazaron a la ciudad polaca para ver en directo a los mejores equipos de Counter-Strike y StarCraft II, generando una atmósfera digna de una final de Champions League.
Lo presencial no solo multiplica el impacto emocional. También profesionaliza. Equipos de sonido, iluminación de estadio, merchandising oficial y zonas de experiencia virtual convierten cada torneo en un híbrido entre concierto, parque temático y espectáculo deportivo. Para muchos jóvenes, es el evento del año. Y para muchas marcas, una mina de oro.
Un fenómeno no tan lejano al que provocan las tradicionales tragaperras, aunque en este caso, el “premio” no es monetario, sino comunitario: La pertenencia a una tribu digital que se encuentra cara a cara, aunque venga de mundos opuestos.
El impacto económico: Más allá del juego
El mercado global de eSports fue valorado en aproximadamente 2.130 millones de dólares en 2024, y se espera que alcance los 7.460 millones en 2030, con una tasa de crecimiento anual del 23,1%, según estimaciones de Grand View Research. No es humo. Es estructura. Y cada año se profesionaliza más.
Ya no se trata solo de los jugadores: Diseñadores, psicólogos deportivos, cámaras, editores, comentaristas, técnicos de luces, community managers, expertos en estadística… La cadena de valor es sorprendentemente parecida a la del fútbol o la Fórmula 1.
Y sí, los patrocinios crecen. Pero no solo eso. La venta de entradas, los ingresos por derechos audiovisuales, la economía alrededor del streaming y la venta de productos oficiales convierten estos eventos en potentes generadores de rentabilidad.
Tecnología y experiencia del espectador: Claves del éxito
Una pantalla LED no basta. En estos eventos, se recrea una narrativa visual en tiempo real que acompaña la acción del juego como si fuera cine.
Hay intros, transiciones, repeticiones en cámara lenta y bandas sonoras personalizadas para cada equipo. Y sí, la realización en directo es simplemente brutal.
Además, la interacción online no desaparece: La mayoría de los asistentes siguen usando apps para votar, comentar o incluso desbloquear sorpresas in-game desde su móvil mientras ven el torneo en directo. El espectáculo no se limita al escenario: Vive en cada bolsillo.
Eso sí, nada de esto tendría sentido sin el carisma de los jugadores. Como los músicos de gira, los equipos mueven masas. No son solo gamers: son referentes, ídolos, y en muchos casos, marcas con patas.
Finalmente, lo que están construyendo los eSports no es solo un nuevo tipo de espectáculo: Es una nueva manera de entender el entretenimiento, más participativa, más distribuida y, sobre todo, más emocional.
Porque cuando 15.000 personas saltan y gritan por una jugada pixelada en una pantalla gigante, lo que hay no es solo técnica: hay pasión. Y ahí, donde hay pasión, hay futuro.