La imagen de Brad Pitt suele llegar en forma de fotograma suelto. Un plano polvoriento en carretera en “Thelma & Louise”, una lluvia interminable en “Seven”, un sótano clandestino en “Fight Club”.
Con los años, esos momentos se han ido pegando a la memoria colectiva como una especie de línea de tiempo sobre cómo ha cambiado el cine comercial desde los noventa.
Mientras tanto, la industria también ha mutado. Según estimaciones de Gower Street Analytics, la taquilla global alcanzó unos 33.900 millones de dólares en 2023, todavía por debajo de la media pre-pandemia, pero con una subida superior al 30 % respecto a 2022, señal de que seguir viendo películas en gran pantalla continúa siendo una costumbre masiva.
En paralelo, plataformas de streaming y tiendas digitales han convertido el catálogo en un territorio casi infinito, donde se mezclan estrenos, clásicos y cine de fondo de catálogo a golpe de filtro.
En ese entorno, repasar la carrera de Brad Pitt como protagonista de una buena película dramática o de un thriller de acción ya no es solo cuestión de memoria, sino de saber orientarse entre tantas opciones.
A partir de ahí, la pregunta interesante no es cuántos títulos acumula, sino qué papeles han marcado época y por qué.
Del chico de póster al actor incómodo
El gran impacto popular llegó con “Thelma & Louise”. Aparecía poco, pero lo suficiente como para quedar asociado a la imagen de galán de carretera, mezcla de carisma inmediato y juventud insolente.
Durante un tiempo pareció que el camino lógico iba a ser repetir versiones del mismo personaje una y otra vez.
Sin embargo, pronto empezaron a llegar guiones que exigían algo más que presencia física. “El río de la vida”, “Entrevista con el vampiro” o “Leyendas de pasión” mantuvieron cierto envoltorio romántico, pero añadieron capas de culpa, pérdida y conflicto interno que pedían un registro más matizado.
El verdadero giro se consolidó con “Seven” y “Doce monos”. En el thriller de David Fincher, el joven detective pasa de la autosuficiencia a la fractura emocional en cuestión de minutos, en un final que sigue siendo referencia del género.
En la cinta de Terry Gilliam, el papel secundario e histriónico le permite explorar la inestabilidad mental desde un lugar incómodo y poco complaciente, lejos del molde de estrella intocable.
A partir de ahí, la etiqueta fácil de “chico de póster” se queda corta para describir lo que ofrece en pantalla.
Dramas que sostienen la carrera en silencio
Buena parte de los papeles que mejor han envejecido se encuentran en el territorio del drama.
“Babel” lo sitúa en medio de una tragedia en Marruecos, atrapado entre la burocracia, la incomunicación y un matrimonio que se agrieta bajo presión.
“El curioso caso de Benjamin Button” utiliza la rareza biológica del personaje como excusa para hablar de algo muy reconocible: la sensación de llegar tarde a las cosas importantes.
En ambos casos, el peso del personaje no descansa en grandes discursos, sino en gestos mínimos, silencios y una forma de estar que transmite cansancio, miedo y cierta ternura a la vez.
“Moneyball” añade una dimensión distinta. El gerente de béisbol que intenta cambiar las reglas del juego mediante datos y probabilidad encaja bien en un mundo donde deporte, análisis estadístico y negocio van de la mano.
El personaje no es un héroe infalible, sino alguien que carga con derrotas pasadas y que apuesta por un modelo que puede salir mal.
Ahí el carisma se pone al servicio de un tipo que duda, se equivoca y, aun así, insiste, algo mucho más cercano a la vida real que al cuento de superación perfecto.
Acción, humor y el juego con el propio mito
El tránsito al cine de acción no supone una ruptura, sino una expansión del repertorio. Gran parte del atractivo de estos papeles está en que se permiten reírse del mito de “tipo duro” mientras cumplen casi todas sus casillas.
En Mr. & Mrs. Smith la fachada de matrimonio perfecto sirve para esconder una guerra doméstica entre espías profesionales.
El personaje se mueve entre la torpeza cotidiana, las coreografías imposibles y un sentido del humor que desactiva la solemnidad del héroe de acción clásico.
En “World War Z” o “Bullet Train”, el tono se acerca más al blockbuster contemporáneo, con escenas espectaculares y ritmo frenético.
Aun así, se mantiene un detalle importante: el protagonista se cansa, se empotra, comete errores y, en ocasiones, parece desbordado por la situación, algo que lo hace más cercano en medio del espectáculo.
Productor, premios y decisiones de riesgo
La otra mitad de la trayectoria de Brad Pitt está en los créditos que no siempre se miran de cerca: los de productor.
Desde Plan B, la compañía que cofundó, ha impulsado películas como “12 Years a Slave”, “The Big Short” o “Moonlight”, proyectos que no encajan exactamente en la categoría de entretenimiento ligero, pero que han marcado conversación social y crítica.
Ese trabajo detrás de la cámara ayuda a explicar la variedad de registros que ha cultivado como actor.
El mismo profesional que protagoniza un thriller de acción de gran estudio respalda dramas sobre esclavitud, crisis financieras o identidades en conflicto, lo que refuerza la idea de una carrera construida con bastante criterio.
No se trata solo de acumular galardones, sino de mostrar que se ha movido con soltura entre el cine de estudio, el autoral y la televisión de prestigio.
Esa mezcla de riesgo calculado y olfato comercial es, en buena medida, lo que mantiene su nombre en el centro del mapa.
Finalmente, cuando se hace el ejercicio de seguir a un actor a lo largo de varias décadas, lo que importa no es solo qué películas funcionaron en taquilla.
Queda la impresión de haber acompañado una forma de estar en pantalla que ha pasado del brillo adolescente a una presencia más tranquila, irónica y a veces vulnerable.
En el caso de Brad Pitt, la mezcla de drama y acción, de proyectos arriesgados y grandes producciones, ha terminado por construir algo más que un currículum de éxitos.
Ha dejado una colección de personajes que sirven para leer, a su manera, cómo ha ido cambiando también el cine que se ve y se comenta en cada momento.


