Rochester (Nueva York) , 4 de septiembre de 1888.— Un empresario llamado George Eastman acudió a la oficina de patentes del estado de Nueva York con un invento que, aunque él quizá no lo sospechara del todo, iba a alterar la forma en que el mundo se miraba a sí mismo. Registró su cámara bajo el número US 388,850, y con ella nacía la marca Kodak.
Hasta entonces, hacer una fotografía era casi un ritual reservado a técnicos con bata blanca y conocimientos de química. Había que cargar placas, manejar líquidos, calcular tiempos de exposición… Nada que una persona corriente se atreviera a probar sin ayuda. Eastman, sin embargo, pensó que eso podía —o debía— cambiar.
Su cámara era pequeña, ligera y, sobre todo, fácil de usar. Podía usarse con una sola mano, no pesaba demasiado y venía con un carrete ya cargado para cien fotos, lo cual, en aquel momento, parecía una cantidad casi absurda. Costaba 25 dólares, un precio considerable, pero asumible para la clase media que empezaba a disfrutar de sus primeros lujos domésticos.

El verdadero golpe de ingenio, sin embargo, no fue técnico sino logístico. Eastman ideó un sistema que simplificaba el proceso hasta lo impensable: cuando se terminaba el carrete, el cliente enviaba la cámara entera a la fábrica en Rochester. Allí los empleados revelaban las imágenes, colocaban un nuevo rollo y devolvían el aparato listo para seguir fotografiando. Todo ello por diez dólares adicionales. Hoy podría parecer un modelo incómodo, pero en su época era casi mágico: bastaba con apretar un botón y esperar.
De hecho, esa idea se convirtió en el lema de la marca, tan directo que causó sensación: “You press the button, we do the rest.” (“Usted aprieta el botón, nosotros nos encargamos del resto.”) En apenas unos meses, la frase se popularizó y el nombre Kodak empezó a ser sinónimo de fotografía.

Podría decirse que Eastman no solo inventó una cámara, sino una forma de mirar el mundo. Con su sistema, la fotografía dejó de ser un arte reservado a profesionales para convertirse en una afición accesible. Familias, viajeros y curiosos comenzaron a registrar su vida cotidiana, seguramente sin saber que estaban construyendo la memoria visual del siglo XX.