La imaginación en una guerra, como en cualquier aspecto de la vida, tiene que formar parte de la estrategia y no solo referida a tácticas de combate sino a la utilización de armamento o disponibilidad de los hombres. La historia está repleta de ejemplos, desde Alejandro Magno a Napoleón. Y esto se repitió en junio de 1944 en el desembarco de Normandía.
El desembarco se estuvo preparando con muchos meses de antelación, cuidadosa y meticulosamente. Se eligió minuciosamente el lugar donde se realizaría, dónde sorprender al enemigo, en el emplazamiento donde no se pudiera imaginar el enemigo que allí sufrirían un ataque, en el que las playas fuesen de fácil acceso y todo pudiera evolucionar de forma rápida con el permiso de los alemanes, el entrenamiento de los soldados, los ataques aéreos, vamos, cualquier detalle fue analizado con detenimiento.
Pero los británicos tenían un problema con sus carros blindados pues adolecían de cierta falta de adaptación a determinados terrenos y sufrían bloqueos ante cualquier obstáculo. Cuestión que habían sufrido años antes en el fracasado desembarco aliado en Dieppe, donde cerca de 30 blindados quedaron inutilizados varados en la grava de la playa y fueron rápidamente aniquilados por el fuego enemigo. Necesitaban adaptarlos si no querían que se repitiese aquella tragedia.
El alto mando buscaba de forma urgente una solución. La tarea le correspondería al general Percy Hobart, veterano especialista en blindados, quien se planteó la idea de realizar modificaciones en las estructuras de los mismos, buscando nuevas utilidades a los pesados blindados, es decir, la idea era tunear los tanques. Así se reorganizó y reestructuró la 79 División Blindada del ejército británico.
Todos tenemos en mente cómo es un tanque, su figura, su potencia, su cañón, sus orugas para desplazarse. Pero, éstos tenían que tener algo más, tenían que ofrecer otro tipo de soluciones en el ataque. Y la transformación fue sorprendente.
Esa innovación fue clave en el desembarco con unos carros de combate preparados, tuneados, para la ocasión, que serían conocidos como los «funnies». Graciosos o extraños, depende de cómo se quiera ver, los «funnies» no pasaron desapercibidos ni dejaban indiferente.
De esta forma tenemos el Churchill Avre que daba apoyo con un mortero; el Ark que lo utilizaron para cubrir zanjas antitanque con su propio chasis y rampas, a modo de puente, y así otros blindados podían sortearlas; el Bobbins (bobinas) equipado con un lona desplegable en la arena para facilitar el avance de la infantería y vehículos ligeros, a modo de alfombra; el Bullshorn Plough que llevaba una especie de arado para extraer minas sin hacerlas explotar; el Crab o cangrejo con cadenas giratorias en la parte delantera que dragaban el suelo y detonaba minas; el Cocodrile con un lanzallamas; el Fascine que cubría zanjas y trincheras con tablas de madera parecido a lo que hacía el Ark y con una bobina como el Bobbins; o el Sherman DD, un tanque anfibio con una hélice que le permitir avanzar en el agua sin tocar fondo y que tenía una cubierta de lona que le permitía flotar y de la que se deshacía al llegar a la playa.
Así se plantaron el las playas de Juno, Sword y Gold aquel lejano 6 de junio de 1944.
A los estadounidenses no les hizo mucha gracia estos inventos y los desecharon de primera mano. La realidad es que sus blindados tuvieron muchos problemas tanto al llegar a las playas, como en el interior.
Sin embargo, los «funnies» dieron mejor resultado y realizaron sus misiones a la perfección, demostrando estar perfectamente adaptados a los distintos inconvenientes y problemas a los que tuvieron que enfrentarse. Aunque su estrella pronto se apagó y en agosto de 1945, recién finalizada la guerra, la 79 División Blindada fue disuelta. Al final, los «funnies» ni fueron tan raros ni tan graciosos.