Cultura

Literatura viajera, o cómo conocer lugares de ensueño sin moverse del sofá

Orillas flanqueadas por naranjos, edificios majestuosos, callejuelas que se retuercen, catedrales imponentes…

Los libros son un bálsamo para nuestros sentidos, una de las formas más gratificantes de viajar hasta los lugares más insospechados o, simplemente, descubrir los rincones más insólitos de nuestras ciudades. Eso es la literatura con mayúsculas.

Pérez-Reverte vuelve la vista atrás en “El asedio” y nos lleva hasta la Guerra de la Independencia. Nos narra con un ritmo vertiginoso el cerco al que sometieron las tropas napoleónicas a los gaditanos. De forma paralela nos cuenta una historia de amor folletinesco en la que la tacita de plaza no sólo es el marco en donde transcurre la acción, sino que es, al mismo tiempo, la protagonista.

Cipriano Salcedo es el inolvidable protagonista de “El Hereje”. A través de sus ojos y del verbo fácil de Delibes conoceremos cómo era el Valladolid del siglo XVI. Fue tal el impacto que tuvo esta novela que obligó al ayuntamiento a crear una ruta literaria a lo largo de la capital vallisoletana.

En este singular recorrido no podíamos olvidarnos de “La Regenta”, la novela cuya acción transcurre en Vetusta, una ciudad provinciana tras cuyo nombre Leopoldo Alas Clarín escondió a la capital ovetense.

Desde Vitoria hasta Granada

Un asesino en serie se mueve como pez en el agua por la plaza de la Virgen Blanca, la Muralla Medieval, el cementerio de Santa Isabel y el paseo de la Senda. Escenarios por los que la pluma ágil de Eva García Saénz de Urturi nos ha hecho amar a Vitoria, al tiempo que disfrutar con cada una de las páginas de “El silencio de la ciudad Blanca”.

Mientras trabaja en la restauración del Pórtico de la Gloria, de Santiago de Compostela, una noticia sobrecogedora derrumba a Julia Álvarez: su marido ha sido secuestrado. De esta forma Javier Sierra nos subyuga y embauca en la hipnótica lectura de “El ángel perdido”.

Insólita, deslumbrante y magnética así es “Usura” –de Pedro Asensio–, una novela policiaca ambientada en Almería y cuya trama arranca en el año 2007, un poco antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, con el asesinato de un director de una caja de ahorro.

Ildefonso Falcones nos sumerge en “La catedral del mar”, una de sus novelas más populares, título que hace referencia a la iglesia de Santa María del Mar, una basílica menor construida en la Barcelona del siglo catorce.

Puede parecer increíble pero no hay batallas, tampoco fechas ni sociedades antiguas. Y es que Sánchez Adalid nos sorprendió con “La mediadora”, una novela ambientada en Cáceres y en la que nos narra el complicado proceso de separación entre Mavi y Agustín, después de celebrar sus bodas de plata.

Gastón Morata hace vibrar al lector por las callejuelas de la Granada nazarí. La trama se inicia cuando Hamet, un médico del hospital de Granada, es requerido cierta noche, de finales del siglo catorce, para atender a un moribundo. Con una narrativa ágil y sencilla, y una alta dosis de misterio que mantiene el suspense hasta el final. ¿Su título? “El perfume de bergamota”.

En el año 2015 María Oruña nos regaló su opera prima “Puerto escondido”, una novela en la que da vida a la teniente Valentina Redondo, oficial de la Guardia Civil de Cantabria.

Pongamos que hablo de Madrid…

Muchos han sido los escritores que han enmarcado la acción de sus novelas en la capital española. Fue el lugar elegido por Pérez-Reverte para “Un día de cólera”, una obra por la que se pasean los rostros que Goya inmortalizó en sus cuadros y que desataron la furia de la ciudad.

Benito, el garbancero, nos deleita con otro Madrid muy diferente en “Fortunata y Jacinta”, la historia de dos mujeres. Por su parte, el Nobel Camilo José Cela nos zambulle en el Madrid de la postguerra con su inolvidable “La colmena”, un enjambre de universos singulares que confluyen en el café de doña Rosa.

En los noventa del siglo pasado, el niño más conocido del “mundo mundial” se coló en nuestros hogares de la mano de Elvira Lindo. No lo hizo solo, le acompañaba su entrañable familia. ¿Quién no recuerda al abuelo Nicolás, al Imbécil, a su padre Manolo o a su madre Catalina?

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