Cultura

La leyenda de Tanik y Alba

Son muchas las leyendas que existen a lo largo y ancho de la Comunidad Valenciana, como también existen en otros lugares. Es cierto que, durante muchos años y en distintas épocas y lugares, las leyendas han mantenido vivos los recuerdos, las creencias y, por qué no decirlo, las ilusiones de mucha gente.

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Hoy vamos a dedicar nuestro espacio a una leyenda que, en realidad, es una triste historia de amor y que se remonta en el tiempo a cuando las huestes de Jaime I el Conquistador se enfrentaban, capitaneados por Berenguer d’Entença, en batalla a las tropas del rey Zayaán.

Situados en el tiempo, vamos a situar el lugar. Este no es otro que el llano de la Marjana, en la comarca de Los Serranos, entre los picos Yerbas, Charnera, Oratillos y la peña de Santa María, todos ellos en los términos de las poblaciones de Gestalgar, Chera y Chiva.

Esta última población se entregó a Berenguer d’Entença el 25 de septiembre de 1237. Entre las tropas de Zayaán había un soldado llamado Tarik, que en aquellos tiempos vivía su particular historia de pasión junto a su amada, de nombre Alba.

Cierto día, cuando la pareja buscaba cobijo de una fuerte tormenta, fueron a refugiarse en una casa en las proximidades del Barranco de la Hoz, sin saber que, en ella, vivía una bruja. Esta les ofreció cobijo y, mientras esperaban que la tormenta amainara, entablaron una entretenida conversación. Cuando acabó la tormenta, la bruja, al despedirse de la muchacha, lo hizo con las siguientes palabras:

“Hasta pronto, querida niña”.

¿Qué querría decir la bruja? Posiblemente se refería a que la muchacha quedaría viuda, ya que Tarik moriría en la batalla que se celebraría en Chiva.

Pasaron los años y la bruja prometió a Alba que devolvería la vida a su amado, siempre y cuando siguiera las indicaciones que le indicó al pie de la letra:

Debería tomar cierta una pócima, que debería contener tres lágrimas de la muchacha. Tres lágrimas de las muchas que, a diario, salían de sus ojos, por haberse quedado viuda. Además, al tomar la pócima, debía encontrarse en lo alto de la meseta de esas montañas.

Pero Alba, a pesar de sus intentos, no fue capaz de seguir con exactitud todas las condiciones de la bruja. Cuando llegó la Luna llena, Alba subió a lo alto de una montaña de la Sierra de las Cabrillas o de Santa María. Una vez allí derramó tres lágrimas en la pócima y, a continuación, bebió el brebaje.

Otra de las condiciones impuestas por la bruja era que, al alejarse del lugar no mirase la Luna. Pero a la muchacha la invadió la curiosidad y no pudo cumplir esta última condición, por lo que quedó petrificada por los rayos de la Luna, convirtiéndose en un nuevo peñasco de los montes cercanos a la Marjana, formando parte, desde entonces, de este paraje.

Cuentan los habitantes del lugar que, en las noches de Luna llena, se pueden escuchar los gemidos de tristeza de Alba. Y recomiendan no mirar a la Luna en esas noches, para no convertirse en un nuevo peñasco de los que abundan en este bello paraje.

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