Ciencia & Tecnología

Éxtasis para curar a veteranos de guerra

Jonathan Lubecky es un militar estadounidense de 40 años que lo había probado todo para superar de una vez el estrés post-traumático ocasionado por su participación de un año en la invasión norteamericana de Irak.

Había sido diagnosticado con este desorden emocional y había participado en diversas experiencias de distinta índole, hasta que un día optó por una bastante novedosa: un estudio en que se suministraban dosis controladas de MDMA (3,4-metilendioximetanfetamina), una droga ilegal popularmente referida como “éxtasis”, a pacientes durante sesiones de psicoterapia.

Lubecky había tenido cinco intentos de suicidio y agotaba sus últimas esperanzas. Pero para su sorpresa, el tratamiento fue sumamente eficaz: gracias a este estudio, asegura, pudo reactivar su vida: buscar un empleo, graduarse en una universidad y casarse con su pareja.

Esta experiencia positiva se suma a las muchas registradas por el Gobierno Estadounidense en materia de veteranos de guerra, y abrió las puertas a un estudio riguroso de terapias con éxtasis.

De ser positivos los resultados, la Agencia de Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) autorizaría a partir de 2021, el “éxtasis” como un tratamiento legal para paliar los síntomas del estrés post traumático.

Este síndrome ha ganado relevancia en los EE.UU en militares que vuelven a casa luego de las invasiones de Afganistán o de Irak. Se estima que alrededor de uno de cada 15 estadounidenses lo sufrirá en algún momento de su vida.

Una polémica legalización

El tema ha sido polémico, ya que a muchos sectores preocupa que una legalización médica pudiera alentar el consumo recreativo de esta droga sintética, sobre todo en los ambientes festivos en los que resulta muy demandada, y termine por invisibilizar los efectos nocivos de su uso. Otra preocupación es que su uso médico fomente adicciones resultantes, como puede ocurrir con los opiáceos utilizados como calmantes (la morfina, por ejemplo).

Sin embargo, la respuesta de los defensores del estudio es que la droga se suministra en dosis muy controladas y en condiciones supervisadas, con el fin de brindar a los veteranos un margen de evasión necesaria para dar con el epicentro de sus traumas. Algo que no alcanzan a hacer con métodos más convencionales, dada la violencia del trauma bélico sobre la psique.

De hecho, en la década del 70 los psicólogos eran ya conscientes de los efectos placenteros del éxtasis y solían utilizarlo en casos terapéuticos difíciles, igual que otros psicodélicos. Pero al convertirse en una droga popular en la calle, el uso de MDMA fue ilegalizado en 1985 por las autoridades.

Durante su tratamiento, Lubecky recibió tres dosis de éxtasis en 12 semanas, con una distancia de seis semanas entre cada toma. El efecto le duró unas siete horas cada vez, durante las cuales estuvo hablando con dos psicoterapeutas respecto de sus traumas en la guerra. Esto se complementó en días posteriores con sesiones de seguimiento, que lentamente se fueron acompasando, sin utilizar la droga.

Antes del tratamiento, explica Lubecky, vivía en un estado de alerta y ansiedad permanente. Más de una vez, durante el 4 de julio, día festivo en EE.UU celebrado con despliegues de fuegos artificiales, sintió que revivía un ataque aéreo como los que experimentó durante su estancia en Irak.

Su pareja lo encontró dentro de un armario con su chaleco antibalas puesto. La sorpresa ocurrió luego de aquel primer estudio con éxtasis, cuando el estallido de los fuegos artificiales del 4 de julio continuó incomodándole, pero no al margen de hacerle entrar en pánico.

Además, Lubecky explica que las constantes ideas suicidas que experimentaba han disminuido en frecuencia e intensidad, gracias al tratamiento con la droga, que dicho sea de paso no tiene, asegura, ningunas ganas de volver a tomar.

El estrés postraumático

Este desorden no es exclusivo de los veteranos de guerra. Es consecuencia de vivencias traumáticas más o menos intensas, como pueden ser una violación, un accidente o la exposición a escenas perturbadoras, como la muerte de familiares o tragedias naturales.

Sus síntomas implican una reacción exagerada a los estímulos que puede conducir a ataques de pánico, acompañada de insomnio e intentos de evadirse (con el alcohol, por ejemplo, una droga legal que hace estragos entre la comunidad de veteranos de guerra en EE.UU). Su vinculación con el suicidio en muchos casos es casi directa.

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