Cultura

La curiosa historia de la Princesa Caraboo

La vida real está llena de historias tan extraordinarias que, en muchos casos, superan la ficción y con creces. Algunas de ellas cuentan los sucesos de guerras, enfrentamientos y progreso, y otras, como la de la Princesa Caraboo, relata una gran mentira: la historia de una mujer que engañó a una ciudad entera…

Una extraña visitante llega a Almondsbury

Un día de abril de 1817, la pequeña ciudad inglesa de Almondsbury recibió la vista de una extravagante mujer que engañaría por completo a sus habitantes durante un varios meses.

Según el relato de Mathew Gutch, en 1817, un zapatero local estaba ocupado en sus tareas cuando vio a una mujer caminado sola por la carretera. Hablaba una lengua extranjera e iba vestida con un excéntrico atuendo: un turbante negro y un chal rojo y negro.

«Princesa Caraboo» a partir de un grabado de Enrique Meyer.

Los lugareños inmediatamente la recibieron con gran hospitalidad y la llevaron a una posada para que pasara la noche. Una vez allí, la mujer vio una pintura de una piña y exclamó con alegría “¡Ananas!” para luego dormirse en el suelo.

El lenguaje extranjero limitaba un poco las comunicaciones, sin embargo, apenas unos días después, un marinero portugués llamado Manuel Eynesso, que hablaba el mismo idioma que la mujer, se acercó al pueblo y comenzó a traducir lo que ella decía.

La extranjera no era una mujer común, de hecho, se trataba de la princesa Caraboo, procedente de la isla de Javasu, en el océano Índico. Según sus relatos, había sido secuestrada por piratas, de quienes había logrado escapar saltando al Canal de Bristol y llegando así Almondsbury.

Una extravagante princesa

La gente de la ciudad inmediatamente se sintió honrada de contar con un miembro de la realeza y comenzaron a tratarla como tal. La princesa Caraboo, por su lado, hizo toda una demostración de extravagancia que dejó a todos cautivados:

Sabía disparar flechas con el arco, llevaba un gong amarrado a su espalda y usaba flores y plumas en su cabello, algo a lo que los aldeanos no estaban acostumbrados.

Pero eso no era nada, pues también practicaba esgrima con una hoja tintada en veneno vegetal, disfrutaba nadando desnuda en el lago y cada noche antes de dormir subía a un árbol para rezar a su dios, llamado Allah-Tallah.

Un escrito en «Javasu» de Mary Baker.

Su compleja historia, combinada con la excentricidad que rodeaba a la princesa Caraboo, la convirtieron en el centro de entretenimiento de todo tipo de personas, desde pintores hasta lingüistas y vagabundos. No es de extrañar que su historia llegara a los periódicos locales. De hecho, fue así como se descubrió su verdadera identidad…

La verdadera historia de la Princesa Caraboo

Una vez que la historia de la princesa Caraboo fue publicada en los periódicos locales en el mes de junio, una mujer llamada Sra. Neale, de Bristol, la reconoció, identificándola como Mary Baker, una inquilina que solía bailar usando un turbante negro y hablaba un lenguaje inventado por ella misma

Mary Baker, ilustración del libro «Personajes de Devonshire y eventos extraños» de S. Baring-Gould (1908)

Resultó además que la isla Javasu realmente no existía y la mujer provenía realmente de una ciudad llamada Witheridge, donde había trabajado como sirvienta.

A pesar de que se descubrió que toda su historia era mentira, el impacto fue tal que se escribieron docenas de documentos, poemas y baladas en su honor. Una de esas odas fue publicada en el Bristol Mercury en 1817 y decía:

«I admir’d thy Caraboo / Such self-possession at command / The bye-play great—th’ illusion grand: / In truth—’twas everything but True.»

 «Te admiré Caraboo / Tal autocontrol en todo momento / El juego de despedida fue genial, la gran ilusión: / En verdad, fue todo menos verdad».

Una princesa sin estrella

A finales del mes de junio Baker fue enviada a Filadelfia, Estados Unidos, donde robó el corazón de todos con la interpretación de la Princesa Caraboo, contando su increíble historia.

Fotograma de la película ‘Princess Caraboo’ de 1994.

Después de algunos años, en 1824, regresó a Inglaterra, donde tuvo una infructífera carrera como actriz, pero formó una familia al casarse y tener un hijo.

Finalmente, se dedicó a trabajar vendiendo sanguijuelas en un hospital local, un final bastante extraño, sin duda, como todas las etapas de su vida. Mary Baker se inventó varias vidas y, por su carisma e imaginación, pudo disfrutar de cada una de ellas.

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