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Linz: la ciudad austriaca que estuvo a punto de ser la capital cultural del Tercer Reich

Linz ha tenido que reinventarse y convivir con el paraguas del totalitarismo nazi que propició su desarrollo urbanístico. Es la capital de la Alta Austria y la tercera ciudad más grande del país, después de Viena y Graz.

Se encuentra en ambas orillas del Danubio, un río que recorre una decena de países y que se curva a sus pies dibujando un meandro que, metafóricamente, la abraza.

Linz es famosa por su aire barroco, por sus bellas iglesias, sus museos y actividades culturales. No en balde, en el año 2009, fue una de las dos capitales culturales de Europa, junto con Vilna (Lituania).

Sus habitantes disfrutan de vivir en una de las ciudades con mayor calidad de vida y una de las más verdes, con el 60% de su superficie cubierta de vegetación.

El patrón de la ciudad es San Florián, al igual que de Polonia, de los bomberos y de los deshollinadores. Según la leyenda cuando este santo era tan solo un niño consiguió sofocar un incendio con la única ayuda de una pequeña cubeta.

San Florian

La Tercera ley de Kepler

Johannes Kepler, una figura clave en la historia de la astronomía, junto con Galileo Galilei y Nicolás Copérnico, también vivió en Linz. Durante quince años lo hizo en Hofgarse 7, una calle ubicada junto al castillo y la plaza principal.

Allí el astrónomo descubrió la tercera de las leyes que llevan su nombre, según la cual los planetas más lejanos del sistema solar son los que tardan más tiempo en orbitar alrededor del Sol.

Otro de los huéspedes más memorables de la ciudad fue Wolfgang Amadeus Mozart, que pasó unos días en casa de un conde amigo suyo. Al parecer, el noble organizó un concierto público en su honor, en el teatro de la ciudad.

Este hecho pilló desprevenido a Mozart, que no había llevado partituras consigo, por lo que, tal y como narró a su padre en una epístola, tuvo que componerla en un tiempo record. Lo hizo en tres días y tres noches. El resultado fue la indescriptible: “Sinfonía de Linz”:

Sin embargo, el músico por excelencia de esta ciudad es Anton Bruckner, que estudió aquí y fue organista del monasterio de San Florián, de la catedral vieja y de la iglesia parroquial.

Como no podía ser de otra forma, un auditorio, la orquesta, un festival e incluso la Universidad llevan su nombre.

Ciudad fetiche de Hitler

A pesar de todas estas personalidades, si hay una que está ligada a Linz, aunque les produzca vergüenza a sus habitantes reconocerlo, es la de Adolf Hitler. El dictador nació en Braunau am Inn –a más de cien kilómetros de distancia de Linz– pero estudió en la escuela secundaria en esta ciudad.

Fue precisamente en Linz donde Hitler tuvo sus primeros contactos con las teorías antisemitas y donde descubrió su amor por Richard Wagner, al que acabaría elevando a la categoría de compositor de la Alemania nazi.

Plaza Mayor de Linz

Probablemente, estos hechos fueron decisivos para que eligiera como escenario la Plaza Mayor de Linz para proclamar la anexión voluntaria –Anschluss– de Austria a Alemania en 1938. Actualmente este balcón pertenece a la Oficina de Turismo.

Además, en esta ciudad imaginó un proyecto megalómano que la convertiría en la futura capital Cultural del Tercer Reich. Afortunadamente, de aquello tan solo persiste el puente de los Nibelungos y los dos edificios que entroncan el puente con la Plaza Mayor.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Linz, junto con Berlín, fueron las dos únicas ciudades en sufrir una división de su territorio que se prolongó durante diez años. Una década durante la cual el Danubio sirvió de frontera de dos mundos.

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