Viajes

Roma prohíbe los puestos de souvenirs ambulantes para preservar la imagen de la ciudad

Según el ordenamiento dado por el ayuntamiento de Roma, se ha prohibido la venta de artículos de souvenirs y demás “baratijas” en algunos de los lugares turísticos más importantes de la ciudad como parte de las políticas públicas para preservar la imagen y el decoro de la misma.

Al menos 17 puestos que venden imanes de nevera, estatuas de toda clase, rosarios y llaveros, entre otros artículos, en las calles adyacentes de la Plaza de España, Piazza Navona y la Fontana de Trevi, ya han recibido órdenes de retirarse de dichos lugares.

Con esta medida el ayuntamiento busca despejar el desorden y congestión en el centro histórico de la ciudad ya que, usualmente, estos vendedores ambulantes se ubican frente a monumentos históricos, imposibilitando la accesibilidad y el libre tránsito de los turistas.

Los puestos de souvenirs son “incompatibles con el decoro y la seguridad”

La alcaldesa, Virginia Raggi, asegura que estos puestos de venta ambulante afectan al valor del patrimonio histórico y turístico, resultando “incompatibles con el decoro y la seguridad”.

Así, la eliminación de estos puestos es una iniciativa para proteger la seguridad pública en lugares de alto tráfico.

En cuanto a los 17 primeros puestos desalojados, unos 8 pueden reubicarse en otros lugares de la ciudad, siempre que sea lejos de las zonas turísticas.

Esta nueva regulación lleva siendo discutida desde abril de 2019. Desde que fue propuesta Ruggi declaró que las estatuas de plástico del David de Miguel Ángel entre otros, “arruinaban la imagen de Roma”.

Una medida que no ha sido bien recibida

Como era de esperar, la nueva regulación no fue muy bien recibida por los afectados: los dueños de los puestos de souvenirs. Al menos dos asociaciones representantes de vendedores ambulantes se han unido para protestar y apelar en contra de la medida ante un tribunal administrativo regional, alegando que no se han dispuesto suficientes sitios alternativos para la reubicación de los vendedores.

Estos vendedores son en su mayoría de descendencia judía, que en su momento obtuvieron una licencia por parte del Vaticano, en el siglo XIX, como vendedores ambulantes, ya que en la época se consideraba poco apropiado que los propios romanos vendieran objetos religiosos de manera ambulante en la ciudad.

Estos vendedores suelen recibir el apodo de  «urtisti», porque cuando se instalaron usaban bandejas al cuello para la venta de baratijas con las cuales obstruían y golpeaban a los peatones.

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