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5 medidas esenciales para mantener un ordenador protegido en 2025

En 2025, un ordenador sin protección mínima es casi un coche aparcado en doble fila con las llaves puestas.

El trabajo, las finanzas, las fotos de toda una década y hasta trámites oficiales pasan por una pantalla que casi nunca descansa.

Los ataques tampoco levantan el pie del acelerador. En la Unión Europea, el 21,5 % de las empresas sufrió en 2023 al menos un incidente de seguridad TIC con consecuencias como caída de servicios o pérdida de datos, según Eurostat, una cifra que retrata que los problemas ya no son anécdota, sino rutina.

Ese contexto se traslada a hogares y pequeños negocios, donde un solo clic descuidado puede suponer semanas de parches, llamadas y contraseñas cambiadas a toda prisa.

La conversación pública se ha ido llenando de guías, comparativas y analíticas, y medios especializados como Cybernews dedican investigaciones enteras a explicar desde arquitecturas de defensa hasta algo tan práctico como localizar los códigos de descuento de Bitdefender sin perderse en ofertas opacas.

A partir de ahí, la clave está en aterrizar unas pocas decisiones muy concretas, cinco medidas que, bien ajustadas, marcan la diferencia entre ir apagando fuegos y tener un entorno razonablemente bajo control.

1. Mantener el sistema y el software al día, sin excusas

La primera medida no tiene glamour, pero sí impacto directo.  Un sistema operativo desactualizado acumula vulnerabilidades conocidas que los atacantes explotan casi en piloto automático.

Los navegadores, clientes de correo, suites ofimáticas y programas de uso diario siguen el mismo patrón: cuando dejan de recibir parches, pasan de herramienta a puerta abierta.

La gestión básica pasa por activar las actualizaciones automáticas del sistema y de las aplicaciones clave, revisar periódicamente que se estén aplicando y retirar software antiguo que ya no reciba soporte.

También importa el firmware. Routers, puntos de acceso y dispositivos de red domésticos suelen quedar olvidados con la contraseña por defecto y sin actualizaciones, pese a ser la primera línea entre la red doméstica y el exterior.

Actualizar su firmware y cambiar credenciales de fábrica reduce de golpe muchas de las puertas de entrada que los escáneres automáticos buscan a diario.

2. Contraseñas, gestores y doble factor: proteger la identidad digital

Buena parte de los incidentes actuales no empiezan con un virus “de película”, sino con una credencial robada o adivinada.

Siguen existiendo combinaciones débiles y recicladas en múltiples servicios, lo que permite que una brecha en una plataforma menor acabe abriendo paso al correo principal o a servicios de pago.

La medida razonable pasa por asumir que memorizar todas las contraseñas ya no es viable y apoyarse en un gestor de contraseñas confiable.

Estos gestores permiten crear claves largas y únicas para cada servicio, sincronizarlas entre dispositivos y reducir la tentación de repetir el mismo patrón una y otra vez. Junto al gestor, el factor de doble autenticación se ha convertido en una barrera crucial.

Activar códigos temporales o llaves físicas en correo, redes sociales, almacenamiento en la nube y banca online hace que una contraseña filtrada deje de ser una catástrofe inmediata.

Cada vez gana más peso el uso de passkeys y métodos sin contraseña tradicionales, que reducen la exposición a phishing clásico de “usuario y contraseña” y evitan teclear credenciales en formularios dudosos.

3. Elegir y configurar bien el antivirus, sin quedarse solo en el icono

El antivirus moderno es más un conjunto de capas que un “escáner” puntual que se ejecuta de vez en cuando.

Además de la detección por firmas, la protección en tiempo real analiza comportamientos sospechosos, bloquea conexiones a dominios maliciosos y supervisa procesos que intentan cifrar archivos o inyectarse en otros programas.

Una medida esencial consiste en revisar que el paquete instalado incluya protección web, filtrado de correo y defensa frente a ransomware, y que esos módulos estén realmente activados y actualizados.

Todo esto se completa con una regla simple: un solo antivirus residente por dispositivo. Combinar varios motores activos en la misma máquina suele generar conflictos, falsos positivos y, paradójicamente, huecos de protección.

4. Copias de seguridad que realmente sirven cuando algo sale mal

Las copias de seguridad no son un gesto simbólico, sino un plan concreto de recuperación. Lo que se decide hoy sobre qué se copia, cada cuánto y dónde se guarda determinará cuán grave resulta un incidente mañana.

Una medida sensata es aplicar una variante de la conocida regla 3-2-1. Mantener al menos tres copias de los datos importantes, en dos soportes diferentes y con una copia desconectada o en un servicio en la nube independiente reduce el impacto de ransomware, robos o fallos físicos.

No hace falta un despliegue corporativo para eso. En muchos hogares y microempresas basta con combinar almacenamiento en la nube cifrado con un disco externo que se conecta solo para hacer la copia programada.

Tan importante como el esquema es la prueba. Probar de vez en cuando que un archivo puede restaurarse sin errores evita descubrir, el día del problema, que la copia estaba incompleta, mal configurada o cifrada también por el propio malware.

5. Reducir el factor humano como punto débil diario

Los informes más recientes de brechas insisten en un patrón que se repite. El eslabón débil no se limita al software, sino a los hábitos.

Según el Data Breach Investigations Report 2025 de Verizon, alrededor del 60 % de las brechas analizadas incluye algún tipo de factor humano, desde clics en correos de phishing hasta errores de configuración o credenciales mal gestionadas.

Esa cifra refleja que un buen paquete de seguridad no compensa por sí solo correos abiertos sin mirar la dirección real del remitente, archivos adjuntos ejecutados sin contexto o descargas instaladas desde buscadores llenos de anuncios disfrazados de resultados.

La medida esencial aquí es cultural. Conviene adoptar una desconfianza sana hacia cualquier mensaje inesperado que pida urgencia, códigos o cambios de contraseña, verificar directamente en la web oficial en lugar de seguir enlaces incrustados y desconfiar de adjuntos comprimidos o ejecutables, incluso si parecen venir de contactos de confianza.

En entornos donde varias personas usan el mismo ordenador o la misma red, resulta útil establecer reglas sencillas de uso, crear cuentas separadas con permisos limitados y reservar una sola cuenta con privilegios administrativos para tareas concretas, no para la navegación cotidiana.

Pequeños ajustes como bloquear la sesión cuando se deja el equipo sin supervisión o evitar compartir dispositivos sin código de desbloqueo parecen detalles mínimos, pero recortan superficie de ataque en el día a día.

Al final, proteger un ordenador en 2025 no consiste en perseguir cada nuevo titular sobre ciberataques, sino en fijar unas pocas decisiones estables y cumplirlas casi de forma aburrida.

Las cinco medidas anteriores no prometen invulnerabilidad, pero sí cambian el tipo de problema al que se enfrenta cualquier usuario: de la catástrofe que borra semanas de trabajo y recuerdos, al susto manejable que se resuelve con una restauración y un informe al proveedor.

En un entorno donde el ruido es constante, esa diferencia discreta es la que marca que la tecnología siga siendo una herramienta y no una preocupación permanente.

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