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Firmas un contrato, te llevas un móvil nuevo y no pagas nada al instante. Suena bien. Pero, ¿realmente compensa una tarifa móvil con terminal? Depende de lo que estés dispuesto a ceder: libertad, dinero o comodidad.
Cuando eliges una tarifa móvil con terminal, estás pagando por dos cosas: el servicio de llamadas/datos y el dispositivo. El teléfono no es “gratis”, aunque muchas promociones lo vendan así.
Lo estás financiando mes a mes, y a cambio aceptas una permanencia —normalmente de 24 o 36 meses— que te ata a la operadora.
Este modelo fue muy común hace años, perdió fuerza con la llegada de tarifas sin permanencia, y ahora vuelve con fuerza en forma de “cuotas sin intereses” o packs cerrados.
La principal ventaja es clara: te llevas un smartphone sin pagar una gran suma de golpe. Esto es útil si no quieres usar tus ahorros o no puedes asumir un gasto de 700-1.000 € de una sola vez.
Una tarifa móvil con terminal puede acercarte a modelos de gama alta que normalmente estarían fuera de tu presupuesto. También es una forma sencilla de renovar el móvil sin pensarlo demasiado.
Una sola factura, un solo proveedor. Si tienes cualquier problema, sabes a quién reclamar. Y muchas veces, incluyen seguros o sustitución rápida del dispositivo.
El contrato te ata. Si quieres cambiar de compañía antes de tiempo, pagas una penalización, que suele corresponder al coste pendiente del terminal. Esto limita tu capacidad de aprovechar otras ofertas que podrían salir al mercado.
Aunque no siempre es evidente, en muchos casos terminas pagando más por el móvil que si lo hubieras comprado libre.
Las cuotas mensuales, sumadas a lo largo del contrato, pueden superar el valor real del dispositivo. A veces, la diferencia se disfraza dentro del precio del plan.
Las operadoras ofrecen un catálogo limitado de móviles. Si buscas un modelo específico, o una configuración concreta, puede que no esté disponible.
Además, una vez firmado el contrato, estás comprometido: no puedes cambiar de plan fácilmente ni rebajar tu tarifa.
Una tarifa móvil con terminal puede ser una solución práctica, pero no siempre es la más rentable.
Si no analizas bien los números o te dejas llevar por el gancho publicitario, puedes acabar pagando más de lo necesario y quedarte atrapado en un contrato largo.