Opinión

¿Conoces las «ovejas negras»?

En las sociedades de todas las épocas y en casi todos los sitios de la tierra ha sido una constante la utilización de «apodos» para dar visibilidad a determinadas particularidades de las personas; basta con recordar al «manco de Lepanto», «Felipe el hermoso»,»Iván el terrible».

Pero además de aquellos apodos históricos, vayamos a los pueblos y barriadas donde ha existido siempre esa especie de picardía burlesca de «bautizar» a otros con motes que destacan sus particularidades, sean defectos o virtudes, aunque cierto es que generalmente se ha apuntado más hacia los defectos.

Han tomado tanta fuerza esos «sobrenombres» personalizados que han llegado a ocultar los propios nombres, identificando solo con éstos a las personas portadoras.

También existen los motes universales, aquellos que solo con mencionarlos os sonarán: «el patito feo» para referirse al hermano o la hermana menos dotado de belleza dentro de una familia.

«La oveja negra», en referencia a alguien que ha demostrado particularidades diferentes al resto en el seno de una familia, era el menos dotado, o el más rebelde y transgresor.

Cierto es que se ha llegado a confirmar la existencia de «ovejas negras» hasta en «las mejores familias», eso se ha oído más de una vez de boca de las personas que acostumbran a juzgar conductas ajenas. 

Es allí, precisamente, donde habría que detenerse a razonar respecto de «esas mejores familias o familias ejemplares» como suelen aparecer a ojos de los demás.

Cierto es que cada familia se forma y desarrolla su vida dentro de circunstancias particulares que le llevan a atravesar diferentes problemáticas, las mismas que incidirán en la crianza de sus hijos.

Quizás por esa razón no se debiera de hablar de «familias perfectas o ejemplares», y tampoco cabe cuestionar a las familias que consideramos que no encajan dentro de nuestra mentalidad.

Cada familia es como es porque cada persona es como es, y, a pesar de que los tiempos cambian,lamentablemente no se ha evolucionado en todos los ámbitos, ya que algunas viejas costumbres siguen vigentes, la de «etiquetar» o «señalar» es una de ellas.

Y afecta, hasta tal punto que quizás por eso, para evitarnos sufrimiento por aquel famoso látigo del: «¿Qué dirán?», nos hayan mentalizado para que no llegásemos a transgredir las normas establecidas y así, evitar ser señalados por las afiladas lenguas de algunos que se creen dueños de las verdades y de la moral ajena.

Sabido es que «lo más difícil es llegar a conocernos a nosotros mismos, y lo más fácil es hablar mal de los demás», palabras sensatas expresadas allá en la antigua Grecia por Tales de Mileto, las que no perderán vigencia nunca.

Ten presente siempre que, en la vida, la gente llega a ser dentro de sus limitaciones, por lo que cada persona llegará hasta donde sea capaz de llegar… Será porque el destino no se puede elegir siempre, ya lo aseguraba Gustave Flaubert:

«No labra uno su destino, LO AGUANTA».

Así que intentemos ser compasivos y comprensivos, recuerda que existen tantas verdades como personas y que en las verdades de otros puedes descubrir también lo que buscabas. Considera a los demás y considérate a ti mismo y serás feliz.

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