Opinión

Confinamiento y la incertidumbre

En la Ciudad de México ya se ha cumplido un año de confinamiento. La gente se ha acostumbrado a escuchar que la muerte se roba de poco a poquito el aire de un conocido hasta asfixiarlo.

Ya no hay mucho sobresalto, para quienes escuchan, saben que son tiempos virulentos. Una inmensa mayoría —se ve ya en las calles— caminando aprisa, ensimismada, olvidando a los muertos entre quehaceres cotidianos, apostando a la vida, arriesgándose a ganar o a perder, todo o nada. Para vivir o morir en el intento.

Ya no pueden esperar a un tiempo favorable para realizar sus actividades, sobre todo las comerciales, porque la mayoría, en el tiempo de confinamiento, reaprendieron que la incertidumbre es parte de la vida humana.

Parecía se habían olvidado de la inexistencia de tiempos favorables para empezar cualquier actividad —comercial o no—, esperaban apostando que el día de mañana sería mejor, buscando la certidumbre de la vida. Ahora ya no hay tiempo para esperar un día mejor, la muerte tiene presencia y crea incertidumbre.

En la Ciudad de México a un año de pandemia por Covid-19, se percibe dolor causado por la muerte, por la pérdida de trabajo, por la violencia familiar y social. Pero se empieza a percibir un cambio en la gente que se ve en las calles, se ve entregada a sus actividades, tal vez para olvidar la tragedia, o porque reaprendió que la vida es una constante de incertidumbres.

Y ¿qué más se aprenderá, en lo colectivo, de esta pandemia? La incertidumbre nos puede llevar a ser más humanos y tal vez ser más conscientes del mundo que nos rodea. Lo inesperado llega, como llegó la pandemia. Y conociendo que todos somos vulnerables, la solidaridad crecerá. Además hizo ver que todos los seres humanos tenemos un miedo terrible a morir. Y ¿qué más se aprenderá?

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