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Jack el Destripador perpetró 5 asesinatos en Whitechapel, Londres, entre 3l de agosto y el 9 de noviembre de 1888.
Entre agosto y noviembre de 1888, alguien a quien la prensa acabó llamando Jack el Destripador desató el terror en Whitechapel, un barrio obrero del este de Londres.
Las víctimas eran mujeres que se prostituían. El patrón era siempre similar: las abordaba de noche, casi siempre en callejones oscuros, les cortaba el cuello y luego mutilaba los cuerpos con un nivel de precisión que todavía da qué pensar.
¿Quién era? ¿Un médico con algún trauma? ¿Un carnicero? ¿Alguien con estudios de anatomía y una mente perturbada? ¿Tal vez una persona lo bastante influyente como para pasar desapercibida? Las teorías iban desde lo plausible hasta lo descabellado.
Se le atribuyen cinco asesinatos que los expertos llaman «canónicos»: Mary Ann Nichols, muerta el 31 de agosto; Annie Chapman, el 8 de septiembre; Elizabeth Stride y Catherine Eddowes, ambas el 30 de septiembre —la prensa la bautizó como «la doble jornada» de Whitechapel—; y Mary Jane Kelly, el 9 de noviembre.
¿Por qué «canónicos»? Porque parecían obra de la misma mano. Claro que hay quien piensa —quizá con razón, quizá no— que hubo más víctimas. Mujeres sin nombre cuyos casos se perdieron entre la pobreza y el caos del East End victoriano.
La investigación fue enorme para la época. Scotland Yard puso a trabajar a decenas de agentes, llegaron cientos de cartas (la mayoría falsas, algunas directamente delirantes), y los periódicos exprimieron el morbo con titulares que hoy parecerían directamente obscenos.
Y la cosa no se quedó en Londres. La prensa de Estados Unidos, Irlanda, Australia o Francia siguió el caso con una mezcla extraña de fascinación y espanto. Jack el Destripador se convirtió, sin quererlo ni saberlo, en el primer criminal con audiencia global. Es posible que los periodistas de entonces contribuyeran, sin darse cuenta, a construir el primer gran mito criminal de la era moderna.
Con todo, el asesino desapareció entre la niebla londinense. Literalmente. Nadie fue identificado con certeza y el misterio sigue abierto más de un siglo después.
Pero el mundo no se detiene por nadie. Mientras Jack andaba ocupado cercenando yugulares en los callejones de Whitechapel, otras noticias también captaban la atención de la prensa internacional y sacudían a la sociedad de 1888.
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