Opinión

Algo sobre los recuerdos

Los humanos solemos encontrarnos insertados en nuestro presente viviendo la vida como se presenta; existen tendencias de escuelas de terapias actuales que nos llevan en esa dirección de considerar vivir en el aquí y ahora, es decir: vivir y sentir este presente en el que estamos insertos (Gestalt).

Cierto es que escarbar en los acontecimientos de nuestro pasado u obsesionarnos en los intentos de planificación a futuro probablemente nos distraerían demasiado, sin embargo, existen huellas que no se pueden borrar ni obviar, lo que se ha vivido y nos ha calado profundo, siempre regresa, ¿y como lo hace? En forma de recuerdos, porque aquellas imágenes vividas que se han grabado en nuestra memoria han labrado huecos emocionales en las fibras más íntimas de nuestro ser, y allí se han quedado para siempre quizás.

El escritor argentino Julio Cortázar decía:

«Porque sin buscarte ando encontrándote por todos lados, principalmente cuando cierro los ojos».

ESO es recordar, Todo lo que ocupa un sitio en nuestra memoria emocional regresa, a veces lo hace transportado por el inconsciente y suele aparecer en los sueños, en otras ocasiones los recuerdos se cuelgan en los aromas o en algún sitio determinado, incluso hasta podrían escurrirse para reaparecer como un dejavou, de esos que inexplicablemente nos sorprenden y que suelen ser tan efímeros que no llegamos a interpretarlos, como lo han sido aquellos amores platónicos que se cree que desaparecerían y sin embargo son imborrables.

Se recuerda sobre todo aquello que nos produjo felicidad y también aquello que nos hizo sentir infelices, justamente porque somos seres sensibles. Por eso tanta razón tuvo el escritor Jorge Luis Borges al decir que:

«Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas…, ese montón de espejos rotos»

Y así vamos por la vida, con nuestro particular equipaje emocional cargado de recuerdos, a la vez hemos de ser equipaje de otras personas y ni siquiera sabemos que no han podido olvidarnos.

No se trata de unas cuestión de proponernos olvidar, porque cuando las emociones mandan no se suele borrar de la memoria con facilidad ni los amores, ni los desamores ni la maldad ni el dolor. Todo está ahí, en algún rincón de nuestro corazón… Todo reaparece…

Porque, en parte, SOMOS nuestros recuerdos.

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