Opinión

Algo sobre lo prohibido

Existen algunas cuestiones inherentes al ser humano, la curiosidad es una de ellas. Gracias a esa condición innata de explorar para conocer se ha llegado a avanzar a lo largo de los tiempos.

Cierto es que la curiosidad también podría conducirnos a terrenos prohibidos, ya que muchas veces –y, sobre todo, en la etapa de la adolescencia– se puede llegar a transgredir las reglas establecidas.

Eso quizás se deba a que, desde nuestra infancia, hemos obedecido a lo que se nos ha impuesto desde otras jerarquías que poseían demasiada autoridad sobre nosotros: padres, educadores, religiosos.

Y esto no quedó allí, sino que en nuestra vida de adultos también cumplimos con los dictados que imparte la justicia del país al que pertenecemos. Hubo que imponer un orden para evitar el caos en las sociedades, lo cual no quita que pudiéramos, o no, estar de acuerdo con ciertas medidas.

Según ha transcurrido el tiempo han variado las leyes sobre lo que antes no estaba permitido y ahora sí. Ello no significa que todas las mentalidades hayan evolucionado respecto de ciertos temas, es por eso que las relaciones humanas son tan complicadas, por la diversidad de opiniones, y porque en los debates no se suele llegar a entendimientos.

Aquello que algunos pretenden prohibir y, en cambio, otros luchan por imponer: las playas naturistas o nudistas, el matrimonio homosexual, la caza, las corridas de toros; estos son solo unos pocos ejemplos que sirven para demostrar la diversidad de opiniones que podrían surgir respecto a cada uno de esos temas.

Si propusiéramos iniciar debates en ciertas cuestiones, quizás tampoco llegaríamos a acuerdos, porque se podría decir que el criterio de cada persona va ligado a su propio código ético, o lo que algunos suelen llamar «conciencia» y otros «moral».

Aunque también cabe señalar que la propia conciencia o moral está bastante ligada a la educación y formación recibida.

Para concluir el tema de las prohibiciones, será adecuado leer una frase del escritor Ernest Heminway, que dice:

«La moral es lo que hace a uno sentirse bien, y lo inmoral es lo que hace a uno sentirse mal.»

Trata de internalizar esas palabras para entender lo necesarios que pueden llegar a ser los dictados de nuestra propia conciencia; recuerdas que tú eres tú, y yo soy yo, y tú tienes tu propia óptica sobre la realidad, o sea: tu propia moral, la misma que te llevará a ejecutar acciones saludables para tu vida, esa vida que te pertenece porque es solo tuya. Solo debes actuar en consecuencia.

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