A mediados del 2021 las criptomonedas comenzaron a transitar uno de sus mejores momentos en varios años, experimentando un crecimiento implacable en cuestión de meses y generando miles de millones de dólares a inversionistas en todo el mundo. Sin embargo, el crecimiento no solo se detuvo, sino que el valor comenzó a bajar.
Aunque hubo muchos motivos detrás de este fenómeno, uno de los más importantes fue el surgimiento de polémicas alrededor de la contaminación ambiental generada por el incremento de la minería de criptomonedas, y sobre cuál podría ser el impacto a mediano y largo plazo de seguir utilizando esta tecnología.
El daño medioambiental
La minería de criptomonedas se lleva a cabo mediante computadores con un alto poder de procesamiento gráfico. Se requieren miles de millones de equipos globalmente para alcanzar las tasas de minería que se registran en la actualidad, lo que implica un impresionante gasto eléctrico debido al uso constante de estos computadores.
De acuerdo a los datos más recientes, solo la minería de Bitcoin (globalmente) gastaría tanta electricidad como Argentina, Suiza o Finlandia, y sería muy similar a la gastada por países como Noruega, Ucrania, Suecia, Malasia o Vietnam. El consumo sería de 144,28 TWH (Terawatios por hora), e implicaría casi el 0,7% de todo el gasto eléctrico mundial.
La fabricación, transporte, venta y mala disposición de las piezas necesarias para llevar a cabo el proceso de minería también implican un incremento en la generación de desechos contaminantes.
No es lo peor, pero sí un añadido
Debido al importante golpe a la imagen de las criptomonedas que ha significado esta preocupación medioambiental, muchos entusiastas y fanáticos trataron de minimizar el problema asegurando que la contaminación seguiría siendo mucho menor a la generada por las agencias bancarias tradicionales, medios de producción e incluso dispositivos de uso común.
Si bien las cifras que utilizan de apoyo serían legítimas, lo cierto es que la contaminación generada por el crecimiento de la minería no vendría a sustituir otras formas de contaminación, sino que se acumularía con estas, por lo que se trata de un problema cada vez más serio para el desarrollo tecnológico y económico global.
El dilema que se estaría planteando actualmente no se trata de una competencia entre qué sistema financiero contamina menos, sino sobre cómo es posible realizar cambios estructurales en la forma de operar de la economía global para lograr revertir daños ambientales que están cada vez más cerca del punto de no retorno.
¿Es posible revertir la situación?
Por suerte para el mercado de las criptomonedas, aún es posible hacer los ajustes necesarios para dejar de depender de energías fósiles a la hora de minar, algo que ya se está dando en parte del mundo con muchos mineros invirtiendo en sistemas de energía renovable para poder disminuir su huella de carbono.
Otras alternativas incluyen una mejor distribución de las actividades de minería ya que, si bien es cierto que la tecnología atrae a cada vez más personas, no es necesario que un gran porcentaje decida minar. Mientras que muchas personas decidan simplemente invertir en la compra/venta, puede ser suficiente para mitigar el gasto.
Muchos han comenzado a optar por servicios como el de Inmediate Edge, bots de inversión que solo requieren de una inversión inicial y que realizan operaciones siguiendo los movimientos del mercado. Herramientas similares ya existen en todo el mundo, como es posible verlo en casos como el de bitcoincodefinland.com, que se dedica a la misma actividad.
Las soluciones de minería portable y minería a través de la nube también estarían brindando opciones menos contaminantes, algo cada vez más relevante para este mercado.
